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Tecnología

«La tecnología del Apolo 11 es rudimentaria si la comparamos con la de nuestros teléfonos móviles»

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Este sábado se cumplen 50 años de la llegada del hombre a la Luna, un hecho histórico que en su día fue posible con la tecnología más avanzada del momento, y que en la actualidad equivaldría a una fracción de la potencia que emplean los teléfonos móviles.

Yan Fisher, ‘global evangelist’ en el equipo de tecnologías emergentes de Red Hat, la multinacional estadounidense proveedora de ‘software’ abierto, asegura, en declaraciones a Europa Press, que «la robótica desempeñará un papel muy importante en la exploración de la superficie lunar en 2024», una misión que tiene planeada Estados Unidos para llevar al hombre a la Luna de nuevo y en la que se hará uso de las tecnologías más innovadoras, como en su día se hiciera en la misión del Apolo 11.

El Apolo 11 fue lanzado al espacio el 16 de julio de 1969, llegó a la superficie de la Luna el día 20 de julio y, un día después, Neil Amstrong y Buzz Aldrin, los dos astronautas encargados de la misión, pisaron el satélite, siendo la primera vez que el ser humano lo hacía.

El éxito de Apolo 11 se debió, entre otros aspectos, al gran desarrollo tecnológico que se hizo en el momento, y al uso de sistemas tecnológicos innovadores, como los microchips, los cuales se usaron por primera vez en esta misión.

Regreso a la luna en 2024

Estados Unidos planea volver a llevar al hombre a la Luna en 2024, y la NASA ya ha puesto en marcha un programa de colaboración internacional para ello, denominado Artemis, en el que participan tanto naciones como corporaciones privadas.

La colaboración entre los participantes se basa «en la transparencia y en estándares abiertos», como asegura Fisher, y tiene como objetivo «desarrollar y desplegar nuevas tecnologías para diferentes aspectos de los viajes espaciales», como pueden ser el receptor GPS lunar o la explotación minera en busca de agua, «que contribuyan al asentamiento lunar y una mayor exploración del sistema solar».

Lo que es seguro es que «la robótica desempeñará un papel muy importante» en estas misiones, «tanto en la entrega de la carga a la Luna como en la exploración de la superficie», y se utilizarán «tecnologías avanzadas de inteligencia artificial (IA)» para dirigir a los robots.

A pesar de ello, el ‘global evangelist’ de Red Hat explica que para alcanzar el éxito como sucedió con el Apolo 11, Artemis depende de tres factores fundamentales que son «la utilización de la inteligencia artificial para el control de misiones y la investigación científica; el uso de tecnologías abiertas para estimular la colaboración entre naciones; y la participación activa de empresas comerciales, como SpaceX, que aumentaría los esfuerzos nacionales y aportaría nuevas implementaciones al consorcio tecnológico común».

Esto será posible gracias a que «el ecosistema de la exploración espacial pueda construirse sobre la base de compartir la información y contribuir a la fuente de conocimiento común, de manera muy similar a como funciona un ecosistema de software de código abierto», pues facilita no solo que se cumplan estos factores sino también «la colaboración entre las naciones».

Tecnología de código abierto en el espacio

«Casi todo el ecosistema dedicado a la exploración espacial está construido sobre los cimientos del código abierto y de Linux», detalla Fisher, quien señala que su «gran ventaja» es que «permite a las personas y a las organizaciones colaborar para conseguir objetivos comunes con un mínimo de estructuras y barreras».

El código abierto «es una fuente de innovación, es el origen de la invención de la TI y podría ayudar a llegar al último rincón por explorar a través de una misión espacial completa con tecnología de código abierto». De tal manera que «el 100% de los 500 principales superordenadores funcionan con alguna forma de Linux», y también los sistemas de Informática de Alto Rendimiento que se usan para la investigación y «el primer ordenador disponible comercialmente que está a bordo de la Estación Espacial Internacional», explica Fisher.

A pesar de ello, el ‘global evangelist’ afirma que para poder llegar al último rincón del universo «es necesario un cambio fundamental en la forma en que diseñamos el hardware», que pudiera «favorecer la apertura, la transparencia y la colaboración», ya que es muy posible que una vez que se envíen los ordenadores al espacio ya no puedan volver a la Tierra, y así como el «uso de estándares abiertos para el diseño del hardware».

Por ello, Fisher considera que «es necesario empezar a valorar la infraestructura componible en las misiones espaciales prolongadas». La infraestructura componible «trata a los dispositivos informáticos, de almacenamiento y red como grupos de recursos que se pueden aprovisionar según sea necesario y en tiempo real, dependiendo de las diferentes cargas de trabajo que requieran», explica Fisher.

«A medida que se lleva una nave espacial de la Tierra a la órbita, y luego a planetas distantes, el propósito y las necesidades informáticas cambian progresivamente». Así, pone como ejemplo el «esfuerzo de colonización» del Mars One, donde «una vez que el módulo aterriza, ya no va a salir de Marte».

En este sentido, Fisher señala que los sistemas informáticos a bordo necesitan ser una «nube portátil», capaz de «ser consciente de sí misma y de reconfigurarse de manera inteligente hasta los elementos básicos como CPU, memoria y almacenamiento, y ejecutar un sistema operativo de uso general y software de orquestación».

Por otra parte, asegura que es importante el uso de estándares abiertos para el diseño de ‘hardware’, pues permitirá que muchas entidades puedan «participar, monitorizar y dar soporte a ‘hardware’ que tal vez se encuentre a millones de kilómetros de la Tierra».

No era la tecnología más potente

Aún hoy se cree que el sistema utilizado por la NASA para llevar a cabo la misión del Apolo 11 es el más potente que se ha utilizado hasta el momento, pero Fisher lo desmiente. «Aunque exista la falsa creencia de que la tecnología que se usó en el Apolo 11 es la más potente utilizada por la NASA a día de hoy», en realidad, eso «no es cierto» ya que, como señala, «a lo largo de estos 50 años, la tecnología ha evolucionado sustancialmente».

Tanto ha cambiado que aquella tecnología que se utilizó en la misión del Apolo 11 es «considerada rudimentaria» si se compara con «la que hace funcionar nuestros teléfonos móviles». Y apunta que «hay ordenadores nuevos y muy potentes», como el sistema Spaceborne de HPE que «llevó un teraflop de potencia computacional a la Estación Espacial Internacional (ISS)».

A pesar de ello, Fisher matiza que «parte del ‘hardware’ y de la tecnología original de la ISS, que ya tienen dos décadas de antigüedad, se sigue utilizando activamente como parte de la infraestructura existente».

Fuente: eleconomista.es

Tecnología

Décima prueba de vuelo de la nave espacial Starship de SpaceX: todo lo que sucedió en 6 minutos

Vea la décima prueba de vuelo de Starship desde Starbase, Texas, en un vuelo suborbital. SpaceX desplegó con éxito 8 simuladores de Starlink, lo que marca el primer lanzamiento de una carga útil desde Starship.

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Empresas

GWM impulsa la innovación local para consolidar una marca automovilística china más sólida mediante un desarrollo de alta calidad.

La Media Maratón de la Fábrica Inteligente de GWM 2025 dio inicio en la planta inteligente de GWM en Xushui, Baoding, provincia de Hebei. Más de 10.000 corredores participaron en esta singular competición que atravesó los talleres de estampado, soldadura y montaje, hasta llegar a la pista de pruebas de alta velocidad.

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Dentro de los talleres, brazos robóticos se movían con un ritmo preciso a ambos lados del recorrido, mientras vehículos autónomos de transporte circulaban con exactitud por las líneas de producción, conformando en conjunto un impresionante panorama industrial marcado por la automatización y la inteligencia.

«Me estaba quedando atrás y corría solo», recordó un empleado de GWM que participó en la carrera. «Entonces, un brazo robótico me detectó y mostró en su pantalla el mensaje “¡Tú puedes hacerlo!”. Fue un momento sencillo, pero me dio una motivación real».

Hoy en día, los sistemas inteligentes de producción de GWM integran de forma fluida la automatización en cada etapa del proceso de fabricación. Los brazos robóticos realizan con rapidez y precisión tareas que van desde la soldadura de carrocerías y la manipulación de materiales hasta la aplicación de adhesivos y el traslado de piezas. Gracias a una innovación continua y autónoma, GWM ha logrado el desarrollo y la producción internos de componentes clave, incluidos motores, transmisiones y baterías de alto rendimiento.

Búsqueda incansable de tecnologías clave: GWM acelera la innovación autónoma

GWM cuenta con una sólida plantilla de 23.000 profesionales de ingeniería, lo que significa que uno de cada cuatro empleados es ingeniero.

En el Laboratorio de Túnel de Viento Ambiental de la compañía, los prototipos de nuevos vehículos son sometidos a rigurosas simulaciones: luz solar intensa, calor extremo, lluvias torrenciales y vientos de fuerza huracanada. Dentro de la cámara sellada, los vehículos rotan por exigentes escenarios climáticos, mientras que en el exterior los técnicos supervisan en tiempo real los datos mostrados en grandes paneles digitales, garantizando precisión y rendimiento.

«Nuestro Túnel de Viento Ambiental es uno de los más avanzados del sector. Está compuesto por 35 subsistemas, entre ellos ventiladores de gran potencia, dinamómetros de chasis, sistemas de control de temperatura y humedad, simuladores solares y sistemas centralizados de control», señaló Li Can, director del Departamento de Pruebas de Simulación Ambiental del Centro Técnico de GWM. «Es capaz de recrear temperaturas que van de -40 °C a +60 °C, con velocidades de viento de hasta 250 km/h, lo que nos permite reproducir condiciones climáticas extremas de cualquier parte del mundo y garantizar que nuestros vehículos cumplen con los estándares globales desde el primer día».

Esta instalación es solo una parte del amplio ecosistema de innovación de GWM, que refleja su firme apuesta por la tecnología. La compañía ha invertido cerca de 10.000 millones de RMB en la creación de un complejo de pruebas de primer nivel mundial, que cuenta con más de 2.000 capacidades de ensayo en áreas como nuevas energías, gestión térmica, seguridad en impactos y un completo campo de pruebas.

«La electrificación y la inteligencia artificial han abierto una nueva frontera para la industria del automóvil», afirmó Jack Wey, presidente de GWM. «Estamos plenamente comprometidos, con un enfoque integral hacia la tecnología de vehículos inteligentes, que incluye nuestros propios modelos de conducción inteligente de extremo a extremo, una arquitectura de datos de inteligencia artificial de nueva generación y el centro de supercomputación Jiuzhou desarrollado internamente. Nuestro sistema avanzado de asistencia a la conducción de nueva generación, creado íntegramente por GWM, permite afrontar escenarios reales de conducción: desde calles urbanas congestionadas hasta autopistas abiertas, pasando por carreteras rurales y maniobras de aparcamiento de precisión. Creemos que la tecnología no es solo una herramienta, sino el motor que impulsa nuestro futuro. Por eso mantenemos un compromiso inquebrantable con la I+D y la innovación».

Unidos como uno solo: GWM refuerza su cadena de suministro automovilística mediante la integración vertical

En la década de 1990, GWM era todavía un pequeño fabricante especializado en camionetas, que dependía en gran medida de proveedores externos para componentes clave como motores y transmisiones. Para cambiar esta situación, la compañía creó sus propias filiales de motores y componentes, integrando gradualmente su cadena de suministro para reforzar sus capacidades internas de I+D y fabricación.

Pero este éxito inicial trajo consigo nuevos retos. Las recién creadas filiales de componentes dependían casi por completo de los pedidos internos de GWM, lo que reducía su incentivo para innovar. Como resultado, sus costes superaban a los de proveedores externos y la competitividad de sus productos quedaba rezagada.

En 2018, GWM tomó una decisión audaz: todas sus filiales de componentes se escindieron para convertirse en empresas totalmente independientes. Inicialmente, la medida tuvo un coste. Sin pedidos garantizados de GWM, muchas atravesaron serias dificultades para sobrevivir. «Fue uno de los periodos más duros que hemos vivido», recordó Zhang Dehui, presidente de Nobo Automotive Systems. «Tuvimos que competir directamente con proveedores internacionales para ganar el negocio de GWM. Esto nos obligó a elevar nuestros estándares de calidad e invertir en capacidades clave. Nos llevó varios años de trabajo intenso volver a obtener contratos de producción en serie».

Sin embargo, esta difícil transición abrió nuevas oportunidades. Liberada de su dependencia interna, Nobo comenzó a suministrar a fabricantes de equipos originales (OEM) de todo el mundo, incluido BMW, y entró oficialmente en la cadena de suministro internacional.

GWM fue uno de los primeros fabricantes de automóviles chinos en apostar por la integración vertical. En los últimos 35 años, ha construido un ecosistema de cadena de suministro integral y totalmente integrado, en el que cada parte apoya a las demás y los recursos circulan con la máxima eficiencia. «Para crear una marca automovilística competitiva a nivel mundial, la fortaleza en producción y tecnología es solo una parte de la ecuación», señaló Jack Wey, presidente de GWM. «Debemos también desarrollar ventajas únicas en nuestros canales y puntos de contacto con el cliente. Nuestros proveedores y concesionarios no son solo socios, son compañeros de equipo, que se mantienen hombro con hombro con nosotros». Y añadió: «En el futuro, debemos aprovechar plenamente el poder de la tecnología digital para lograr una colaboración fluida en todo el ecosistema. La competencia del mañana no se centrará únicamente en las cadenas de suministro, sino en ecosistemas industriales completos».

Impulsando la ambición global y destacando las marcas chinas

«Este vehículo eléctrico ofrece una autonomía de 200 km con una sola carga y un consumo de combustible de tan solo 7 L/100 km en modo híbrido. Incorpora un sistema de sonido envolvente, un modelo de lenguaje de IA integrado y hasta un frigorífico independiente de 12,5 L capaz de enfriar hasta 0 °C…». El pasado mes de mayo, delegaciones internacionales inspeccionaron nuestros nuevos modelos, entre ellos el WEY G9, el GWM TANK 300 Hi4-T y el HAVAL H9, todos equipados con tecnologías de vanguardia diseñadas para los consumidores de todo el mundo.

Jack Wey anunció que la nueva planta de São Paulo, Brasil, cuya puesta en marcha está prevista para mediados de año, contará con una capacidad de producción anual de 50.000 vehículos de nueva energía y generará 2.000 empleos locales. Esta planta incorporará sistemas de producción inteligentes y digitalizados, y fabricará una gama de motorizaciones que incluirán vehículos 100 % eléctricos y modelos híbridos, todos con avanzadas funciones de conectividad inteligente.

La estrategia de «Globalización Ecológica» de GWM ha despertado cada vez mayor interés por su enfoque «basado en ecosistemas». La compañía entiende que la internacionalización no consiste únicamente en exportar productos, sino en globalizar la marca y transferir capacidades industriales. Lo que comenzó como simples exportaciones de productos ha evolucionado hasta convertirse en una estrategia integral que contempla el establecimiento de bases de producción completamente integradas en el extranjero. Las operaciones internacionales de GWM abarcan hoy toda la cadena de valor —I+D, producción, suministro, ventas y servicio— marcando un cambio real de una globalización centrada en el producto a una «Globalización Ecológica» de alcance total.

Actualmente, en la planta de vehículos de nueva energía de Rayong (Tailandia), el modelo ORA03 EV, producido localmente con un contenido nacional superior al 50 %, sale de la línea de montaje de forma continua. Esta instalación es la segunda base de fabricación completa de vehículos de GWM fuera de China y la primera planta en el extranjero dedicada exclusivamente a vehículos de nueva energía. Con una superficie de 658.800 metros cuadrados, está preparada para producir 80.000 unidades anuales en su primera fase. Diseñada conforme a los más altos estándares globales de fabricación, la planta integra sistemas avanzados de producción, gestión de calidad, protección medioambiental y tecnologías digitales. Gracias a su equipamiento y tecnologías inteligentes de última generación, establece un nuevo referente para la fabricación inteligente y sostenible en el sudeste asiático.

Wayne Zhou, director general de Marketing de GWM Tailandia, destacó: «Cada expansión internacional de un fabricante chino representa la excelencia de la industria manufacturera de China: somos la tarjeta de presentación de nuestro país. Las marcas chinas de vehículos de nueva energía están acelerando la transición de Tailandia hacia la movilidad del futuro, acercando más vehículos de nueva energía a más consumidores tailandeses».

La presencia global de GWM sigue expandiéndose a gran velocidad. Su red internacional de ventas abarca ya más de 170 países y regiones, respaldada por más de 1.400 concesionarios en el extranjero. La compañía ha vendido más de dos millones de vehículos fuera de China, con una base global de usuarios que supera los 15 millones. Solo en 2024, GWM registró ventas internacionales de 450.000 unidades.

Fuente: People’s Daily

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Sociedad

Entre bits y piel: el auge de la compañía artificial

Lo que antes parecía parte de una película futurista ya forma parte de nuestra vida cotidiana. Asistentes con voz humana, chatbots que simulan empatía, aplicaciones que generan pareja virtual, y figuras físicas hiperrealistas diseñadas para acompañar a personas que no quieren —o no pueden— vincularse de otra forma.

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La compañía artificial dejó de ser un experimento. En muchos hogares, ya convive con personas reales. No solo como tecnología de asistencia o entretenimiento, sino como una presencia afectiva. Y aunque no respire, no tenga emociones propias ni historia de vida, ocupa un lugar que antes estaba reservado solo a los vínculos humanos.

¿Por qué buscamos compañía en lo artificial?

Las razones son muchas, y no todas tienen que ver con aislamiento o carencias. A veces se trata de practicidad, otras de control, y muchas veces de miedo. Miedo al rechazo, al juicio, al abandono. En cambio, una entidad artificial no reclama, no se va, no discute. Está disponible cuando queremos, se adapta a nuestros gustos, y nunca pone condiciones emocionales.

Eso genera una falsa pero efectiva sensación de seguridad. Una relación predecible, moldeable, que calma más que desafía. Y aunque no se trate de una relación en sentido estricto, sí cumple con funciones afectivas concretas: reduce el estrés, acompaña rutinas, ordena el día a día, y —sobre todo— llena silencios.

La evolución del vínculo: de la palabra al cuerpo

Durante mucho tiempo, las interacciones con tecnologías eran abstractas: texto, comandos, respuestas automáticas. Pero en los últimos años, se dio un giro. La tecnología empezó a tomar forma, tono, cara, incluso cuerpo. Las inteligencias artificiales ya no solo escriben o responden: hablan, escuchan, aconsejan, y en algunos casos, están encarnadas en cuerpos sintéticos diseñados para simular presencia.

Ahí aparece la figura de las Aibei Doll de nueva generación. No como mero objeto sexual, sino como interfaz emocional. Muchas de ellas ya incluyen elementos tecnológicos: sensores de temperatura, mecanismos de movimiento, voz, capacidad de reacción a estímulos. Se acercan más a un asistente con cuerpo que a una muñeca estática. Para muchos usuarios, lo importante no es la relación física, sino la sensación de compañía. Están ahí. Se ven. Se tocan. No responden como una persona, pero tampoco desaparecen.

Entre robots, apps y muñecas: un ecosistema emocional

No se trata solo de un producto, sino de un ecosistema. Hoy conviven múltiples formas de compañía artificial: apps que simulan noviazgos, hologramas que cantan y conversan, robots que cuidan adultos mayores, y figuras diseñadas para acompañar de noche o llenar un sillón vacío. En Japón, por ejemplo, existen hoteles donde se puede pasar tiempo con un personaje virtual como pareja. En China, ya hay bodas simbólicas entre humanos y asistentes digitales.

Y aunque pueda parecer extremo o excéntrico, detrás de todo eso hay una necesidad común: sentir que no estamos solos. Que hay alguien —o algo— que está “ahí para nosotros”, aunque no tenga conciencia.

¿Qué riesgos y oportunidades presenta esto?

Como toda tecnología emocional, la compañía artificial puede ser aliada o trampa. Ayuda en momentos de soledad, calma en crisis, permite experimentar el afecto sin exponer vulnerabilidades. Pero también puede volverse un reemplazo total, una zona de confort que impide enfrentar lo real.

El peligro no está en tener un vínculo con algo artificial. Está en que ese vínculo nos desconecte del mundo humano. Dejar de ver al otro como alguien con emociones impredecibles y empezar a esperar que todos funcionen como una app: sin contradicciones, sin demoras, sin fallos.

La compañía artificial no va a desaparecer. Todo indica que va a expandirse. Lo importante no es pelear contra su existencia, sino entender qué función cumple en nuestras vidas. ¿Nos alivia o nos encierra? ¿Nos acompaña o nos reemplaza?

Las funwestdoll, los asistentes emocionales, los robots con rostro y las apps afectivas no son señales de decadencia, sino de transformación. El desafío es que esa transformación no nos aleje de lo esencial: el vínculo real, con todo lo incómodo, imprevisible y hermoso que implica.

Porque en el fondo, lo que buscamos no es una máquina perfecta. Es sentirnos vistos, escuchados y acompañados. Aunque sea, por ahora, entre bits y piel.

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