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El RENATRE coordinó acciones conjuntas con funcionarios de Santa Fe y La Rioja

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Revelador, calcularon cuánto más produciría la agricultura argentina si se resuelve una cuenta pendiente
La Argentina podría sumar más de 10 millones de toneladas de granos por año si lograra reducir a la mitad la brecha de rendimiento en los cultivos. La cifra surge de un análisis que puso el foco en cuáles son los factores decisivos para cerrar esa distancia: una planificación temprana, la correcta elección de genética y densidad de siembra, un manejo nutricional más eficiente, la fecha de siembra adecuada en soja

La Argentina podría sumar más de 10 millones de toneladas de granos por año si lograra reducir a la mitad la brecha de rendimiento en los cultivos. La cifra surge de un análisis que puso el foco en cuáles son los factores decisivos para cerrar esa distancia: una planificación temprana, la correcta elección de genética y densidad de siembra, un manejo nutricional más eficiente, la fecha de siembra adecuada en soja, la incorporación de estrategias sanitarias puntuales y, más recientemente, el aporte de los productos biológicos. Estas fueron las claves planteadas en la charla “Brechas de rendimiento: ¿y si mejoramos la posición en la grilla de largada? Preparándonos para una buena clasificación”, que reunió a José Micheloud, de CREA, Paula Di Gerónimo, de la compañía Stoller, y Joaquín Gutiérrez Calviño, de Pioneer.
Micheloud explicó que, al comparar los rindes de productores CREA con los del resto de la población agrícola, encontraron que, “dependiendo del cultivo, los productores CREA logran entre un 5 y hasta un 20% más de rendimiento”. En trigo, dijo, la brecha trepa al 20%, mientras que en soja de segunda, maíz temprano y girasol se ubica entre el 10 y el 20%. En soja de primera y maíz tardío, la diferencia ronda el 5 o 6%. “Nuestros cultivos rinden más, pero hay margen de mejora”, sostuvo.
El especialista señaló que la planificación previa a la siembra es determinante: “Buena parte de la reducción de la brecha viene de la mano de decisiones que se toman antes de la siembra, inclusive desde el escritorio. Ahí se define el techo de rendimiento de los planteos”.
Los cálculos del proyecto mostraron que el margen de mejora es significativo. En maíz la brecha promedia entre 700 y 1200 kilos por hectárea; en soja y girasol, entre 350 y 400 kilos; y en trigo, más de 700 kilos por hectárea.
“Si logramos reducir la brecha a la mitad, podríamos empezar a producir más de 3 millones y medio de toneladas de maíz y soja, casi medio millón más de girasol y casi dos millones y medio de toneladas de trigo. En total, la producción podría aumentar más de 10 millones de toneladas de grano”, afirmó.
El estudio identificó variables decisivas. En cereales como maíz, trigo y girasol se repitieron tres: genética, densidad de siembra y fertilización. En soja apareció con fuerza la fecha de siembra. Además, en cultivos como trigo y soja el manejo sanitario con fungicidas fue otro factor que incidió directamente en el rendimiento. “Esas son variables que permitirían reducir buena parte o la mayor parte de la brecha”, dijo.
Después, en el cultivo de soja en particular, detalló que surgió también dentro de las variables clave la elección de la fecha de siembra. “Elegida una genética determinada para un ambiente determinado, en qué fecha de siembra vamos a sembrar esa genética también parece ser algo clave. Y hay situaciones o condiciones particulares que tienen que ver o que se observan en cultivos como trigo y soja, donde, por ejemplo, el manejo de la protección con fungicidas, sobre todo en algunas zonas y situaciones, también son variables que se vuelven clave para reducir la brecha de rendimientos”, indicó.
La recomendación fue avanzar hacia un uso más eficiente de los insumos. “Si uno aplica la misma dosis en todo el lote o, con información, identifica zonas de mayor potencial y aplica más fertilizante ahí y menos en las de menor productividad, puede obtener mejores resultados en rinde y en lo económico. La cantidad total puede ser la misma, incluso menos, pero el resultado es superior”, explicó Micheloud.
En tanto, Gutiérrez Calviño presentó los avances del programa Brechas de Pioneer, inspirado en el proyecto internacional Yield Gap. Relató que armaron equipos de asesores en distintas zonas para diseñar prácticas de manejo que permitieran reducir las brechas. “Necesitábamos un trabajo en equipo con productores, asesores y empresas. La reducción de la brecha tiene que ser un negocio, porque si no genera un margen bruto igual o superior al del modelo de productor, no tiene sentido”, señaló.
Los resultados fueron concretos: “En maíz, los ocho grupos superaron el rendimiento promedio del productor, con un 16% más. La reducción en kilos fue del 87% y eso representó en promedio 95 dólares más de margen bruto por hectárea”.
En soja, indicó, la brecha se redujo un 62%, con mejoras de 6% en rendimiento y aumentos de márgenes brutos en cinco de las ocho localidades analizadas. “En maíz, los equipos que más avanzaron fueron los que mejoraron la eficiencia en el uso del nitrógeno y balancearon la nutrición durante todo el ciclo. En soja, quienes aplicaron estrategias de control de malezas como el sistema Enlist lograron buenos resultados”, expresó. El programa continuará con una nueva edición: “Estamos con Brechas 2 y esto sigue. Invitamos a los asesores a sumarse a los equipos”, anunció.
Di Gerónimo, por su parte, presentó la visión de Stoller, hoy parte de Corteva, y se refirió al papel de los productos biológicos: “Los biológicos pueden ayudar a reducir la brecha. El foco está en mejorar la sincronía y la eficiencia en el uso de los recursos”. Detalló que el aporte se da en dos planos: nutrición inteligente y manejo del estrés. “Desde Stoller ofrecemos soluciones basadas en micronutrientes que aportan lo que el cultivo necesita en el momento preciso y de la forma más eficiente. En macronutrientes el desafío es contar con fuentes más amigables con el ambiente”.
A su vez, remarcó: “Hay muchísima confusión sobre los biológicos. Sin conocimiento y docencia, la herramienta no sirve. Creemos fuertemente que la capacitación es clave”. La empresa trabaja con 26 grupos CREA, Aapresid y el programa Brechas en monitoreo de estrés y generación de recomendaciones. “Son tecnologías que multiplican la eficiencia de lo que ya se hace bien con las bases productivas”, concluyó.
Fuente: Diario La Nación

El Campo
Malezas la tecnología decisiva para ganar una dura batalla en el campo
Seleccionar mejor dónde y cuánto aplicar, medir con precisión lo que ocurre en la planta y su entorno, y gestionar personas y procesos para que la tecnología rinda. Esas fueron algunas de las ideas que especialistas compartieron en el Congreso CREA 2025

Seleccionar mejor dónde y cuánto aplicar, medir con precisión lo que ocurre en la planta y su entorno, y gestionar personas y procesos para que la tecnología rinda. Esas fueron algunas de las ideas que especialistas compartieron en el Congreso CREA 2025 al analizar la aplicación selectiva como herramienta central en una de las batallas más grandes del agro: el control de malezas. En este contexto, remarcaron, no se trata solo de ahorrar herbicidas, sino de incorporar una estrategia que redefine la forma de producir.
Luis Robles Terán, asesor CREA, advirtió que el ahorro de herbicida no debe verse como un fin en sí mismo, sino como “la consecuencia de trabajar con aplicación selectiva”. Recordó que la agricultura sigue siendo un proceso de aprendizaje permanente: “Hemos aprendido que no sabemos todo en la agricultura, y eso significa errores, desaciertos, frustraciones… pero no significa bajar los brazos”.
También remarcó que, aunque la tecnología avanzó con sensores, cámaras e inteligencia artificial, todavía no reemplaza el rol humano. “Aunque quisiéramos que el proceso fuera 100% automatizado, todavía no estamos en esa instancia. Los ingenieros y técnicos seguimos siendo útiles”, destacó.
Hoy, estimó, en el país ya funcionan más de 850 equipos de aplicación selectiva, lo que muestra una adopción creciente aunque todavía con desafíos: “La maleza es parte del ecosistema y evoluciona; por ende, no es estático el conocimiento. Tenemos que ir siempre generando alternativas”.
Nicolás Romagnoli, productor del CREA Sacháyoj, contó cómo en su empresa Yagua —1800 hectáreas en Santiago del Estero— tenían demasiadas malezas conviviendo en simultáneo en un mismo lote y cada problema demandaba insumos cada vez más específicos y costosos. Además les preocupaba la acumulación de preemergentes de la misma familia química, en especial ALS. Frente a ese panorama, la expectativa fue doble: reducir la presión de malezas y, al mismo tiempo, que la inversión en maquinaria pudiera sostenerse económicamente.
La decisión fue incorporar un equipo chico de arrastre, de 16 metros de ancho y 1100 litros de capacidad para trabajar sobre las 1800 hectáreas en bloques y con una frecuencia de cuatro o cinco pasadas anuales. Los resultados, medidos a lo largo de seis o siete campañas, fueron contundentes: reducción del 25% en dólares en herbicidas y labores, menor logística (menos agua, menos movimiento de insumos, menos personal) y mapas de distribución de aplicaciones que permitieron entender cómo varía la dinámica de malezas según los ambientes.
“El equipo de 16 metros fue capaz de generar márgenes positivos incluso pagando amortizaciones”, señaló. Sin embargo reconoció que no todo fue lineal: “No pudimos bajar el uso de preemergentes cuando quisimos. Hicimos la prueba, nos llevamos la sorpresa; nos llevaron puestas las malezas”.
Entre los aprendizajes destacó la importancia del capital humano. “El operario capacitado cumple un rol preponderante, no solo por el criterio arriba de la máquina, sino porque es parte del proceso de gestión. Antes le dábamos una orden de trabajo y listo. Ahora necesitamos que nos informe cuánto consumo tuvo el equipo”, dijo. No siempre es sencillo, admitió, generar procesos de registro en un equipo acostumbrado a tareas de tractorista.
La experiencia también mostró que aplicar con malezas muy chicas y consumos bajos —del 10 al 20%— da mejores resultados y costos aceptables. “A veces el equipo ve la maleza antes que nosotros. Salimos a censar, miramos, y encontramos malezas muy pequeñas que ya se estaban controlando”, contó.
Remarcó una lección básica para la durabilidad de la maquinaria: la limpieza. “Es clave, en serio. Es muy caro el mantenimiento cuando algo se rompe. No se rompe nunca, pero cuando pasa es por falta de limpieza. A veces es mejor aplicar 40 o 50 hectáreas menos en el día y limpiar el equipo todos los días”.
Por su parte, Emilio Martini, de Syngenta, presentó un trazador ultravioleta para medir con precisión la calidad de la aplicación. Contó que una encuesta interna reveló que más del 75% de quienes aplican evaluaba la calidad con una tarjeta apenas una vez por campaña o menos. Ante ese déficit de información se presentó un trazador ultravioleta formulado que mejora la lectura de lo que realmente sucede sobre la hoja. “La diferencia está en la formulación que rodea al ingrediente activo: lo protege y le da alta fotoestabilidad y fijación en la superficie”, explicó.
Con esa base describió un set de mediciones que va desde recorridas nocturnas con luz UV hasta análisis cuantitativos en laboratorio para calcular cobertura por estrato (espiga, hoja bandera, etc.), depósitos recuperados en gramos por centímetro cuadrado y deriva con colectores fuera del área aplicada. “Esta metodología es más exacta que las tarjetas hidrosensibles”, destacó.
Por otra parte, Pablo Provera, gerente de Soluciones Digitales de BASF, presentó la solución digital Xarvio Field Manager basada en vuelos de dron que generan ortomosaicos y mapas de presión de malezas. En menos de 24 horas, la plataforma devuelve una prescripción sectorizada que puede usarse con pulverizadoras convencionales que tengan corte por secciones. De este modo, detalló que más del 95% del parque argentino de maquinaria está en condiciones de aprovecharla. Los resultados son contundentes: en algunos lotes se logró un 79% de ahorro, y en promedio el rango se ubica entre 55 y 60%.
Fuente: Diario La Nación

El Campo
La venta de soja está por encima del ritmo del año pasado
Según la Bolsa de Cereales de Córdoba, se comercializó un 61% de la cosecha, cuatro puntos porcentuales por encima de 2024 y dos arriba del promedio de las últimas cinco campañas

Más soja y menos maíz. Según la Bolsa de Cereales de Córdoba (Bccba), hasta el momento se vendió el 61% de la soja, esto es cuatro puntos más que el año pasado. En tanto, se vendió el 56% del maíz, en este caso seis puntos por debajo de 2024. Para la entidad hubo una mejora en el poder de compra de la oleaginosa respecto del cereal en los últimos meses.
Hasta mediados de septiembre “se llevan comercializadas alrededor de 31,3 millones de toneladas de soja correspondientes a la campaña 2024/25, lo cual representaría el 61% de la producción estimada a nivel nacional (50,9 millones de toneladas)”, dijo. El volumen ya supera en cuatro puntos al ciclo anterior y en dos al promedio de las últimas cinco campañas.
El informe remarcó que mayo concentró los mayores volúmenes semanales, aunque el verdadero salto se dio en junio último. Según la entidad, “durante junio se observó un gran volumen de fijaciones debido a la finalización de la rebaja temporal en las alícuotas de derechos de exportación (DEX)”.
El documento señaló que “quedarían alrededor de 24,7 millones de toneladas sin precio, el 48,5% de la producción total”. A la par, “hasta la primera semana de septiembre se encuentran aprobadas declaraciones juradas por ventas al exterior (DJVE) por alrededor de 35,2 millones de toneladas”, lo que deja al sector exportador con la necesidad de adquirir 3,9 millones adicionales para cumplir con compromisos ya asumidos.
El mes de junio marcó un récord de registros anticipados. “Durante junio se observó un récord de DJVE por 13,6 millones de toneladas anticipándose a la finalización de la rebaja temporal en las alícuotas de DEX”, indicó.
Más cerca en el tiempo, la propia Bolsa de Cereales de Córdoba consignó que “este incremento podría deberse a una estrategia por parte de los exportadores”, tras detectarse que el 8 de septiembre se declararon 1,1 millones de toneladas en un solo día, en un contexto de incertidumbre política y suba del dólar a $1400.
El caso del maíz
El contraste se nota con el maíz. La campaña 2024/25 alcanzó los 50 millones de toneladas de producción y, a la fecha, “se llevarían comercializadas alrededor de 27,9 millones de toneladas, el 56% de la producción”. Esto implica seis puntos menos que en 2023/24 y catorce por debajo del promedio histórico.
De ese total, unas 22 millones de toneladas ya tienen precio, el 79% del grano negociado. A diferencia de la soja, no se registraron picos de fijaciones vinculados a cambios en retenciones. El promedio semanal rondó las 600.000 toneladas.
En materia de exportaciones, “hasta la primera semana de septiembre se encuentran aprobadas declaraciones juradas por ventas al exterior (DJVE) por alrededor de 24,3 millones de toneladas en concepto de maíz en grano”. Con todo, el precio interno parece estar sostenido más por el consumo local que por la demanda externa.
Las existencias en acopios y plantas industriales suman 15,9 millones de toneladas, un 23% menos que el año pasado. Y, aunque el precio del cereal también subió —un 6% mensual y un 44% interanual, con un promedio de $244.570 la tonelada—, sigue rezagado frente a la soja en términos relativos.
“Hasta aquí se advierte que la comercialización de la soja avanza a un muy buen ritmo, mientras que la del maíz exhibe cierto retraso respecto al promedio. Esta situación podría explicarse por el precio relativo entre ambos granos, ya que la oleaginosa mostró una mejora considerable en su poder de compra frente al cereal en los últimos meses”, dijo la entidad.
Como ejemplo señaló que en abril de este año una tonelada de soja alcanzaba para comprar 1,3 de maíz, mientras que en septiembre esa relación trepó a 1,7. En otras palabras, la soja ganó un 22% de poder de compra frente al cereal en apenas cinco meses.
Fuente: Diario La Nación

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