La vida nos muestra a diario ejemplos de emprendedores con visión que logran objetivos que a priori parecen inalcanzables. Claro que cuando los casos se dan en comunidades como la nuestra y el protagonista es el vecino de la vuelta de la esquina, el mismo que comparte el café del club y por la tardecita se ocupa de su quinta, la credibilidad siempre se pone en duda.
Por ANIBAL MARIO MARTINI
Horacio Magris era un Estafetero del Correo comprometido y cumplidor con la tarea que la función demandaba y además un enamorado del trabajo porque desde muy chico enfrentó la vida con diferentes perfiles laborales hasta encontrar la seguridad de un empleo que le garantizaba llevar adelante su familia con DIGNIDAD que siempre fue su principal objetivo. Esas largas horas en el vagón de la Estafeta que era su pequeño lugar en el mundo cuando no estaba en el Hogar le permitían soñar con otro futuro.
Un día estando en el Correo y viendo como Begnis que era un vendedor de Balanzas ya con años en el oficio ubicado a muy pocos metros del frente del Correo, se cruzó para transmitirle una inquietud: “Vea Amigo, yo tengo tiempo libre y veo como a Ud. le llueven las balanzas de los comercios para reparar. Me gustaría aprender el oficio para poder progresar”. Por supuesto que en todo Rufino nadie dudaba de la capacidad de “Coco” y mucho menos de su dignidad por lo que Begnis no era la excepción. Allí mismo aceptó el ofrecimiento diciéndole: “Muchacho te doy toda mi confianza. Te voy a mandar a hacer un curso para que aprendas los secretos del oficio. Cuando vuelvas comenzamos a trabajar y nos ponemos de acuerdo con el tema de las remuneraciones.”
Yo salía de la Sastrería de Pereyra y Horacio me paró: “ Pibe- me dijo con una alegría que iluminaba su rostro- voy a hacer un curso y me pondré a reparar Balanzas” Su perfeccionamiento se efectivizó en Rosario y allí tomó fuerza la idea de que el conocimiento despertaba pasión.
Sobraría explicar que cuando volvió con sus alforjas llenas de conocimientos comenzó en la tarea que le iba abriendo caminos inesperados. Meticuloso, comprometido en su trabajo, cumplidor y honesto, a sus virtudes de mecánico le agregó un plus que le iba a identificar por el resto de su vida. Tenía una particular virtud de simpatía para entrar con los posibles clientes y convencerlos primero con la seducción y después con los argumentos de una persuasión que a poco de charlar con él resultaba atrapante.
Así se fue abriendo camino con la consideración y el respeto de todos. Diríamos que era un Free Lance (tiempo libre en la tarea) en su labor de reparador, pero en lo profundo de su ser ya ambicionaba tener su propia empresa, crecer, innovar, hacer algo distinto para ofrecer a sus clientes. Desde el contacto con LA TORRE la empresa Casildense comenzó por vender sus balanzas para camiones, el campo y demás. De vendedor a prestar un servicio de asistencia técnica que incluyera la infraestructura de obra para las bases y demás solo medió un paso. Magris personalmente visitaba a sus clientes, se encargaba personalmente de la dirección de la obra, llevaba personal idóneo y en eso de hacer y cumplir, estar en el momento indicado frente a las necesidades del cliente fue ganando el respeto y la consideración de sus clientes. Aquel galponcito en los fondos de su casa que le servía de Taller comenzó a quedarle chico. Entonces en una propiedad de Teresa su esposa, ubicada en Remedios de Escalada comenzó a darle formas a un lugar más espacioso y cómodo para trabajar. En el año 1981 la razón que operaba como HORACIO Y MARIO MAGRIS comenzó a planificar la posibilidad de elaborar una Báscula de Hacienda para un animal. Que lograron finalmente con éxito y que presentaron como un primer paso a la opinión general en la Exposición Nacional de Ganadería de la Sociedad Rural de Rufino. El comprador y primer cliente de ese despegue fue el Escribano Enrique Macchi quien aún posee a suerte de reliquia. Cuando Mario termina sus estudios en la Escuela Técnica de Laboulaye posterga sus sueños de Ingeniero en Buenos Aires para acompañar a Horacio en el proyecto. Sangre joven e ideas innovadoras, una base comercial que ya se solidificaba y el empuje necesario para aspirar a cosas mayores.
Desde el primitivo Taller de Remedios Escalada la fábrica se traslada a un amplio predio en la calle Juan B. Justo en donde la magnitud de la demanda obliga a un crecimiento ininterrumpido. La búsqueda de la calidad en la terminación de obra capaz de cumplimentar las necesidades de un mercado en pleno crecimiento es un permanente aliciente. Se amplían los objetivos. BASCULAS MAGRIS ya ha conseguido un lugar de privilegio en el mercado nacional y el Parque Industrial de Rufino le ofrece la posibilidad de apuntar a una factoría con la más alta tecnología.
El desafío es grande pero la ocasión amerita el esfuerzo. La permanente supervisión de Horacio sumada a su inteligencia natural le ha permitido conformar una empresa netamente local, con soporte empresarial estrictamente familiar en donde todas las piezas van encajando con la precisión de un enorme rompecabezas. Mario regentea, Omar tiene su responsabilidad directriz en la dirección, María Inés tiene a su mando la parte administrativa y la llegada de Germán aporta el profesionalismo de un Contador. Como un buen Director Técnico sabe Horacio que la estructura defensiva es sólida y en ese permanente desafío está gran parte de su orgullo y satisfacción. Ha sabido dar un pasito al costado reconociendo el empuje y la capacidad de la juventud, pero nunca estará lejos de su responsabilidad.
Cumplir con los horarios como el último de los operarios, observar, ver y aportar es como el padre que ve crecer a su hijo.
Cuando la inmensa mole de cemento y piedra va ganando forma y a la estructura se le dota tecnología ya el sueño de la Gran Empresa es una realidad.
Ya todo el país sabe de BASCULAS MAGRIS y el reconocimiento se magnifica Horacio comienza su tiempo de retiro. Toda una vida de lucha, esfuerzo y sacrificio. La rigurosidad de su disciplina en las normas de convivencia fueron siempre primero con el mismo. Ya no puede manejar pero va a la Fábrica todos los días. Una de esas tardecitas de reposo hogareño con visita de hijos y nietos su vida se acabó dejando como mayor legado su ejemplo.
Hoy una placa en el frente del complejo industrial lleva su nombre. Un acto de estricta justicia sin lugar a dudas llevado a cabo en la silenciosa intimidad de quienes caminan por las calles de Rufino ostentando el orgullo de una herencia que le dejó un verdadero legado de trabajo y dignidad.
Seguramente si por un minuto Horacio podría pasar por el lugar en una de esas tantas salidas que teníamos y hubiese visto la placa me hubiese dicho: «Pibe, no te parece un poco demasiado esto?»
Por ANIBAL MARIO MARTINI