Un estudio científico demostró que la transfusión de sangre joven, que cuenta con una composición química saludable, tiene asombrosos beneficios para la salud.
Un equipo científico de dos de las universidad más prestigiosas de los Estados Unidos, Harvard y Stanford, diseño una novedosa terapia médica capaz de detener o revertir el proceso de envejecimiento. Se trata de una transfrusión de sangre joven, que tiene beneficios asombrosos para la salud.
Una investigación descubrió que las transfusiones de sangre joven podrían revertir el proceso de envejecimiento y curar enfermedades, inclusive el Alzheimer. El proceso médico fue bautizado como «terapia del vampiro», en una clara alusión a la historia de terror gótico «Drácua».
Los estudios revelaron que la sangre joven «recarga» el cerebro, forma nuevos vasos sanguíneos y mejora la memoria y el aprendizaje gracias a los altos niveles de la llamada ‘proteína de la juventud’, conocida como ‘GDF11′, que circula en la sangre y es responsable de mantener el cerebro y los músculos jóvenes y fuertes, pero se apaga paulatinamente a medida que una persona envejece.
Aunque los resultados se obtuvieron a partir de investigadores con ratones, los resultados pueden extrapolarse a los seres humanos, con quienes se comenzará a realizar ensayos en los próximos dos o tres años. La idea es lograr un tratamiento efectivo y rápido para la longevidad y la salud humana.
El año pasado el equipo de investigación descubrió que la proteína podría reparar corazones dañados. Ahora, el nuevo estudio demostró que el aumento de los niveles de GDF11 en los ratones más viejos mejora la función de todos los órganos del cuerpo.
Se realizaron ensayos con sangre de los ratones de tres meses de edad, a los que se les inyectó repetidamente a los animales de 18 meses (cerca del final de su ciclo de vida natural), a fin de ver cómo reaccionaban sus organismos.
Esta «terapia del vampiro» mejoró el desempeño de los ratones de edad avanzada en las tareas de memoria y aprendizaje. También se observaron cambios estructurales, moleculares y funcionales en el cerebro, según el estudio.
Fuente: La Capital