A partir de la reciente venta al público de dispositivos de realidad aumentada que Google ha puesto en circulación únicamente en Estados Unidos a un precio de 1500 dólares, quisimos realizar un análisis en profundidad, mas allá de las características y utilidades de este futurista gadget tecnológico.
La empresa californiana aseveró que a pedido del público interesado, el pasado martes 29 de abril liberó la compra de Google Glass.
Los lentes, además de su singular diseño, poseen una cámara web incorporada, un touchpad ubicado en una de las patillas del equipo, marcación de comandos que se activan con la voz del propietario y un visor donde se proyecta toda la información consultada en Internet.
Pero la incipiente tecnología deja un manto de cierta incertidumbre cuando se ponen de manifiesto temas tan relevantes para la sociedad como el impacto que tienen en los seres humanos la integración de hardware y software que extienden los límites que hoy conocemos.
La vida antes de las Google Glass
El hombre: la medida de todas las cosas.
Stephen Wiltire fue diagnosticado con autismo a los 3 años de edad. El pequeño niño se expresó con sus dibujos antes que con sus palabras, que eran pocas y espaciadas.
Stephen, hoy adulto, es un caso extremo de memoria eidética, comúnmente conocida como “memoria fotográfica”, que es la capacidad de recordar paisajes, libros, números con gran precisión y nivel de detalle.
Wiltire ha elaborado con extrema minuciosidad pinturas panorámicas de ciudades como Roma, Madrid o Jerusalén entre muchas otras, con tan sólo dar un breve paseo de escasos minutos en helicóptero. Sus obras son reconocidas y expuestas en distintos museos de arte en el mundo.
Giuseppe Mezzofanti fue un cardenal, docente y lingüista que vivió en Italia entre 1774 y 1849. Es reconocido como uno de los más grandes políglotas de la historia. Según Lord Byron, “era un monstruo de las lenguas, y debería haber existido en la época de Torre de Babel como interprete universal”.
Mezzofanti escribió y habló perfectamente 38 idiomas, de familias tan diversas como el armenio, el latín, el chino o el ruso, y dominaba otros 40 idiomas y diversos dialectos.
Kim Peek tenía un calendario exacto de 10.000 años en la cabeza, y era capaz de decirle a cualquier persona tras oír su fecha de nacimiento en qué día de la semana nació y cuándo se jubilaría. El personaje interpretado por Dustin Hoffman en la mítica película Rain Man está inspirado en su vida.
Bajo este escenario, cualidades como las mencionadas sólo son expresadas por un número muy pequeño de personas, pero esta realidad podría estar cambiando para siempre.
La causa ya no es por extrañas anomalías en el funcionamiento del cerebro sino por el advenimiento de las tecnologías digitales.
Un exquisito libro de Paula Sibilia, “El hombre postorgánico”, reza la siguiente afirmación “en la actual sociedad de la información, la fusión entre el hombre y la técnica parece profundizarse, a través de piezas claves como la teleinformática y las nuevas ciencias de la vida. El cuerpo humano, en su anticuada configuración biología, se está volviendo obsoleto”.
“Alejados de la lógica mecánica e insertos en el nuevo régimen digital, los cuerpos contemporáneos se presentan como sistemas de procesamiento de datos, códigos y perfiles cifrados”.
En la actualidad existen diferentes dispositivos que funcionan como una extensión del cuerpo humano y que plasman de manera perfecta el razonamiento de la escritora.
Un equipo de científicos de la Universidad Pierre y Marie Curie de París desarrolló un dispositivo que permite escribir en letra cursiva a través del movimiento controlado de los ojos, mejorando la calidad de vida de quienes sufren esclerosis que les impiden mover sus manos.
Asimismo, una empresa de Colombia desarrolló un dispositivo que transforma colores en vibraciones, permitiendo que personas con ceguera identifiquen formas geométricas y conceptos visuales complejos a través del tacto.
Por otro lado, un equipo de investigación del Instituto de Microelectrónica de Barcelona llegó al extremo de diseñar un chip que se introduce en el cerebro, que posibilitaría registrar la actividad neuronal in situ y liberar fármacos automáticamente cuando detecta la necesidad.
Esta interfaz digital con el cerebro ya fue patentada y experimentada en ratas. Sus creadores explican que seria de vital importancia para enfermedades como Parkinson o Alzheimer, si bien no explican los riesgos que sucederían si el sistema fuera hackeado por particulares, organizaciones o gobiernos.
Todos estos desarrollos tecnológicos y los que aún están en período de desarrollo podrían llegar a ser incorporados en una mega tecnología como la que Google planea dotar a sus lentes de realidad aumentadas.
Pero, concretamente, ¿qué es Google Glass?
Son unos lentes, no muy distintos a cualquier otro, que se activan ante la invocación de “Ok, Glass”.
Tienen la capacidad de tomar instantáneamente una foto o grabar un video de lo que estamos viendo, permitiendo que la increíble cualidad del pintor Stehen Wiltire sea asequible a cualquier persona que los utilice.
En su sitio web, Google muestra diversos vídeos de esgrimistas, bailarines o paracaidistas que nos hacen ver a través de sus ojos las vivencias que han registrado.
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Google Glass, basado en sistema operativo Android, incorpora Wifi, Bluetooth, 16 GB de almacenamiento sincronizados en la nube, sensor geomagnético, sensores de luz de ambiente y de proximidad, sensor de orientación, sensor de gravedad, acelerómetro y giroscopio. Además de una cámara de 5 o más megapixeles.
Todas estas funcionalidades y hardware se agregan a nuestro cuerpo humano a través de estos elegantes lentes.
Siguiendo los casos de estudio citados, los Google Glass permiten traducir nuestra voz a cualquier otro idioma, transformándonos inmediatamente en perfectos políglotas, sin el esfuerzo y seguramente el placer que le había demandado a Giuseppe Mezzofanti. O consultar un dato obteniendo la respuesta al instante, sin las horas de memorización del personaje de Rain Main.
Accesibilidad ¿para todos?
Mario Casalla en su libro “Tecnología y pobreza” explicaba, ya durante la década del 80, lo que él denominaba “La fábula del Banquete tecnológico universal”.
En este metafórico “paraíso tecnológico” no hay espacio para una mesa abundante a la que basta acercarse para servirse sus manjares, sino que forma parte del poder y está imbuido en la política general que los países centrales se dan para con el resto del planeta y entre ellos mismos.
“Por lo tanto, antes que una mesa bien servida y de la invitación al banquete universal, se trata de una compleja malla de intereses y objetivos políticos y económicos”
25 años más tarde, la fábula del banquete tiene aún vigencia, pero el eje se ha trasladado. El conflicto ya no está centrado entre países centrales y periféricos, sino entre quienes tienen acceso al consumo de bienes tecnológicos y quienes están impedidos de ellos.
Un gran pensador de la escuela crítica de Frankfourt nos invita a reflexionar con la siguiente frase “Todo documento de civilización es simultáneamente un documento de barbarie” (Walter Benjamín).
De esta manera es muy posible plantearse el interrogante acerca de la posible exclusión que un cierto número de la población acarreará por la falta de recursos para acceder a la tecnología, y más importante todavía será dilucidar qué valores morales decidirá el ser humano en cada transformación cibernética.
Lo esencial sigue siendo invisible a los ojos
Google Glass se anticipa a la evolución de la especie humana de una forma que Darwin no hubiese previsto. El ser humano postorgánico se encuentra completamente digitalizado. Funcionamos con Android 4.0 y venimos con cámara de 5 megapixels. Disponemos de conectividad Wifi y bluetooth incorporados.
Hoy este fenómeno se da a través de los lentes de Google. Tal vez mañana ya sea con dispositivos todavía más pequeños que nos incorporen en nuestro propio nacimiento.
Pero el quid de la cuestión será revelar si el ser humano podrá capitalizar los frutos vitales de su inteligencia en favor de un modelo que se asemeje más a los lineamientos del software libre y permita avanzar y extender la vida cuidando y cultivando valores inclusivos y de plenitud.
En esta mirada más exhaustiva de los Google Glass, la tecnología es un mero instrumento facilitador. Es una evolución en potencia. Porque, como decíamos anteriormente y en palabras de Protágoras 2500 años atrás, el hombre se mantiene siendo la medida de todas las cosas, y en él radican los usos y los abusos. Es decir, su capacidad de decidir y accionar en beneficio social o en su detrimento.
Escrito Por: Ivana Nazareno