¿Entrenador o jugador? A veces se puede ser ambas. ¿Se pierde el foco en el entrenado? Depende. En algunos casos, no. Por ejemplo, en el que sucedió la última semana en Santiago de Chile. Hasta allí fue el argentino Tomás Lipovsek para disputar un Challenger que contó con varias particularidades, como la despedida de Paul Capdeville y también un partido que definía, justamente, quién se retiraba primero.
Pero el albiceleste vivió su propio torneo. Y si bien no pudo acceder al torneo principal desde la clasificación, sí disputó el de dobles, en pareja con Alejandro Fabbri… su entrenador: «Tomás no tenía compañero y faltaban lugares para llenar el cuadro. Por eso firmé», le confía a ESPNtenis.com quien conduce principalmente a Lipovsek y algunas semanas del año a Facundo Argüello.
Fabbri, nacido hace 31 años en Rufino, ya había dicho adiós del tenis en 2012. Fue 166º en dobles en 2009, pero sus mayores esperanzas estuvieron en 2004 cuando, a base de títulos Futures, estuvo 328º en singles, hasta que las lesiones lo retrasaron y se enfocó en Interclubes europeos. Este lunes, gracias a una victoria en Chile, volvió al ranking ATP, aunque el objetivo era otro: el bien de Lipovsek.
La dupla coach-pupilo no es tan común pero hay casos. Un antecedente, también entre argentinos, se vivió con Luis Lobo y Juan Mónaco. El primero fue un sobresaliente doblista, al punto de formar parte del equipo que ascendió al Grupo Mundial de la Copa Davis. Pero en 2003 comenzó a guiar al tandilense, quien regresaba de su residencia en España. Y jugaron juntos: «La idea es entrenar, poder hablar en la cancha y perfeccionar algunos golpes típicos de la especialidad pero que sirven también para el single», confiaba Lobo por entonces. Claro, en estos casos, cualquier charla entre jugador y entrenador no puede ser sancionada por el juez de silla.
Aquel año, Lobo disputó su último Roland Garros (en pareja con Gastón Gaudio) y, en el último semestre del año, cinco torneos, de los cuales cuatro disputó con Mónaco (el restante junto a Marc Rosset). Tan mal no les fue: la relación hizo que Mónaco pase de estar fuera de los 400 primeros en single a ingresar al Top 100.