Unas 650 millones de personas en el mundo pudieron ver en vivo la llegada del hombre a la Luna. En el cielo, todo el mundo miró al satélite durante la semana que comenzó desde el lanzamiento hasta la vuelta a la Tierra. Un domingo por la tarde, el Águila alunizaba con éxito.
Fue un domingo a la tarde cuando el Apolo 11 logró alunizar y unas seis horas después Neil Armstrong salió del módulo lunar Águila para dejar su primera huella en la Luna. La superficie era “fina y suave” dijo el astronauta, por lo que se explica la maravillosa huella marcada en ese lugar inhóspito.
“Magnifica desolación aquí” dijo Buzz Aldrin, el compañero de Neil Armstrong, cuando observó el panorama ahí arriba.
Mientras tanto, en la Tierra eran las 23 (horas en Argentina) y gran parte de noche en este lado del planeta, cuando los reportes indicaban que los astronautas estaban iniciando el descenso hacia la superficie del satélite.
Unas 650 millones de personas en el mundo pudieron ver en vivo la llegada del hombre a la Luna. Una cámara colocada en el módulo lunar envió las imágenes a tres antenas puestas de forma equidistante alrededor de la Tierra. En Argentina, la antena estaba en Balcarce, Buenos Aires.
En nuestro país el despegue de la nave Saturno V no pudo verse en directo porque la empresa Empresa Nacional de Telecomunicaciones (Entel) no llegó a instalar su estación terrena de comunicaciones por satélite ese día.
En cambio, el 20 de julio de 1969 a las 22:55 la figura borrosa del primer hombre que pisaba la superficie lunar llegó a los hogares argentinos gracias al satélite Intelsat III y a que se logró ajustar y mover la antena de tal manera que la señal llegó y se retransmitió a los canales de aire.
Las primeras imágenes con buena calidad fueron exhibidas luego por canal 10. La televisión era en blanco y negro por lo que la transmisión desde la Luna también fue monocromática.
En todo el mundo, planetarios, pantallas gigantes y pequeñas en plazas y calles transmitían el momento que volvía locos a todos.
En la Luna, el frío y la desolación envolvía a los tripulantes del Apolo. No soplaba el viento para ellos ni había cielos azules.
Desde allí, la Tierra tenía el tamaño de cuatro Lunas llenas.
No existe climatología que borre las cicatricen que surcan el terreno lunar. Por todas partes, Armstrong y Aldrin encontraban cráteres, recuerdos congelados en el tiempo de lo que impactó en el pasado contra ese suelo baldío. Y ahí, en ese lugar, luego de pisar firme, plantaron la bandera de Estados Unidos.
Sobre lo que estaba pasando en la Tierra mientras Neil y Buzz caminaban sobre la Luna, el segundo hombre en caminar por el satélite dijo: “¿Dónde están los billones y billones y billones de personas, en lo que estoy viendo? Somos los únicos tres que no están allí. Y no pudimos celebrar porque estábamos fuera de la ciudad“.
Estaban nada más ni nada menos que a 384.400 kilómetros.
La tripulación del Apolo 11 estaba formada por (de izquierda a derecha) el comandante de la misión (y primer hombre sobre la Luna), Neil Armstrong; el comandante del módulo, piloto Michael Collins; y el piloto del módulo lunar, Edwin (Buzz) Aldrin Jr.
Y volverán a estarlo.
Esta vez, la NASA planea enviar en el 2024 a una mujer al espacio como parte de la tripulación y seguramente sea ella quien pise la Luna esta vez.
La necesidad de explorar ha impulsado la evolución desde que las primeras criaturas acuáticas reconocieron la tierra. A lo largo de la historia la duda y los experimentos constantes llevaron al hombre a los avances que permitieron este “gran paso” en 1969 y que lo harán en unos 5 años de nuevo. Y no será el final de la carrera espacial.
Queda mucho por recorrer, muchos acontecimientos por observar y para emocionarse. Quizá en el futuro, ante la amenaza que significa para los humanos vivir en un universo de semejante escala, todos estos pasos hayan valido la pena.