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La última frontera: China gana terreno en la carrera por la Antártida

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En esta década, aceleró la exploración y la construcción de bases científicas; según expertos, Pekín apunta a controlar los recursos naturales.

PEKÍN.- El diseño de la estación Taishan en la Antártida parece estar inspirado en los ovnis de ciencia ficción de Hollywood durante la década de 1950, que sublimaban el pánico estadounidense a una invasión comunista. Quienes construyeron la estación científica seguro no pretendían jugar con una referencia a la película La Tierra vs. los platos voladores, pero la ironía es inevitable: al tiempo que China impulsa su exploración en la Antártida, Occidente prende las alarmas con respecto a sus intenciones.

Aunque China está presente en la Antártida desde hace 30 años -cuando en febrero de 1985, durante la presidencia de Deng Xiaoping, inauguró la estación Gran Muralla en la isla Rey Jorge-, en los últimos diez años apuró el ritmo de la exploración hasta llevarlo a un pico.

La expansión de la actividad china en la Antártida es actualmente la más vigorosa entre los países que tienen presencia allí. Estableció la estación Kunlun, en 2009; la Taishan, en 2014, y planea inaugurar la quinta este año. Desde el buque rompehielos Xuelong, que explora la Antártida, el presidente Xi Jinping reafirmó en noviembre el compromiso de China con profundizar su presencia en el continente del hielo.

«Desde la primera llegada a la Antártida, hace 30 años, el presidente Deng Xiaoping nos puso el lema: «Contribuir aprovechando pacíficamente los recursos de la Antártida». Desde entonces hemos perseguido estos propósitos y principios», dijo Xia Limin, subdirector de la Administración Ártica y Antártida de China.

«Hemos ofrecido recursos para la investigación científica a miles de científicos, y con los estudios y datos que recogemos, publicamos numerosas tesis en ramas, tales como la astronomía, la meteorología, los estudios sobre la nieve, el hielo, el nivel del mar, la geología, la química, la biología marina, etc. Todos estos esfuerzos construyen conocimientos más profundos sobre la Antártida y hacen contribuciones a la humanidad. Ése es el objetivo final de nuestra investigación científica», añadió.

Sin embargo, observadores como Peter Jennings, ex funcionario del Departamento de Defensa de Australia y actual director del Instituto Australiano de Política Estratégica, ven intenciones menos nobles en los avances de China:

«Aunque está enfocada en la ciencia, la política china es impulsada por el pensamiento estratégico a largo plazo y un fuerte control estatal», dijo. «La política de Australia y Estados Unidos, por su parte, es impulsada por instituciones científicas que fijan prioridades científicas, basadas en el apoyo al Tratado Antártico.»

El Tratado Antártico de 1959 regula la actividad de los países signatarios y rige para los 52 países que están adheridos a él. China, miembro consultivo pero sin demanda territorial, lo hizo en 1983.

«Según los pactos internacionales, se prohíbe el aprovechamiento y explotación de los recursos minerales, tales como el hierro y el carbón -dijo Xia-. Así que nos concentramos, principalmente, en el campo de la investigación científica.»

En la Antártida, hay yacimientos de gas, petróleo, carbón, hierro, uranio, oro, plata y cobre, entre otros minerales y recursos. Rusia ya expresó su interés en acceder a ellos. Según un medio chino citado por The Guardian, en 2013 Xi habría dicho durante una conferencia del Politburó que había que «aprovechar los recursos oceánicos y polares».

«La política china hace un énfasis en asegurar el acceso exclusivo a materias primas. Vemos esta aproximación en África, Medio Oriente, Asia Central y América latina. En mi opinión, éste es el interés estratégico a largo plazo de China en la Antártida», dijo Jennings. «Si en el futuro va a haber una carrera de recursos en la Antártida, China quiere estar en una posición para poder ganarla.»

En teoría, la fecha más temprana en la que podría darse esta carrera sería en 2048, cuando se revisaría el Protocolo de Protección Ambiental del Tratado Antártico o Protocolo de Madrid. «Para eliminar la prohibición, China tendría que participar en una decisión de consenso entre todos los miembros consultivos del Tratado Antártico, y reemplazarla con una convención que reglamente la minería», dijo Indi Hodgson-Johnston, profesora del Instituto de Estudios Marinos y Antárticos de la Universidad de Tasmania.

Un tema más inmediato que el de la hipotética carrera minera, sin embargo, es el de la pesca de merluza negra y kril, pequeños crustáceos que componen una de las principales fuentes de alimentación para los pingüinos, focas, ballenas y otros mamíferos marinos.

«En el corto plazo, China está más interesada en las zonas de pesca y en asegurarse que las medidas de conservación no prohíban lo que considera ser el «uso racional» de los recursos en el océano del Sur», dijo Klaus Dodds, profesor de geopolítica de la Universidad de Londres. «Esto creó tensiones dentro del Sistema del Tratado Antártico, con respecto a lo que podemos llamar los impulsos de conservación, por un lado, y los impulsos de explotación, por otro.»

La pesca de kril y merluza negra se controla siguiendo una aproximación sistémica, según explicó Hodgson-Johnston. Para definir los límites de pesca sostenibles, se toma en consideración todo el ecosistema antártico. Según una nota del 4 de marzo, publicada en el diario oficialista China Daily, China tiene intenciones de aumentar la pesca de kril a un nivel de hasta dos millones de toneladas anuales. Actualmente, es de 32.000 toneladas anuales, el tercero más alto después de Noruega y Corea del Sur.

«Como se puede apreciar en algunos reportajes hechos por la prensa, China envía barcos y buques a la Antártida para pescar kril. Aparentemente, es una gran cantidad de pesca, sin embargo, en comparación con la que cantidad que existe en la Antártida, es muy poca», dijo Xia.

«Todo Estado con reclamación territorial, incluida la Argentina, debe estar preocupado por las actividades de otros Estados sin reclamación, sea China, Rusia o los Estados Unidos», añadió Dodds.

«Creo que los conflictos recientes con respecto a las zonas de conservación marina nos dan una pequeña prueba de lo que será el futuro, al tiempo que la ciencia, la soberanía, la seguridad y la conservación comienzan a afectarse mutuamente, y generan fricción geopolítica en la Antártida y más allá.»

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