El informe del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos y de la Misión de la ONU en Irak (Unami), además de cuantificar las víctimas, detalla los diversos métodos utilizados por la milicia radical para matar a sus enemigos, como decapitaciones públicas y lanzamiento desde edificios.
También denunció otras prácticas, como quemar vivas a personas que consideran apóstatas o infieles y aplastarlas con topadoras.
En el texto, la Unami documenta una amplia gama de abusos por parte de la milicia sunnita, incluyendo el reclutamiento de 3.500 personas bajo condiciones de esclavitud, en su mayoría mujeres y niños de la minoría religiosa Yazidi, capturados en el verano de 2014 y sometidos a abusos sexuales sistemáticos.
También señala que entre 800 y 900 niños fueron secuestrados en Mosul, la segunda ciudad más grande de Irak, para su formación religiosa y militar y que varios de ellos fueron asesinados por los yihadistas cuando trataban de huir de los combates en la provincia occidental de Al Anbar.
«El EI continúa cometiendo de forma sistemática y generalizada violaciones y abusos de la ley humanitaria internacional y de la ley internacional de derechos humanos. Estos actos, pueden suponer, en algunos casos, crímenes de guerra, crímenes contra la Humanidad y posible genocidio», indica el texto basado en testimonios directos de las víctimas.
Las víctimas -según el informe citado por la agencia de noticias EFE- «incluyen a aquellos que se oponen al EI, así como personas afiliadas con el gobierno, como miembros de las fuerzas de seguridad, policías, funcionarios y profesionales, como abogados, doctores o periodistas; y líderes religiosos».
La Unami relata como la milicia radical aplica su propio sistema judicial, que sentencia a muerte en innumerables ocasiones, además de aplicar castigos inhumanos como amputaciones o lapidaciones.
Además de los fallecidos y heridos, más de 3,2 millones de personas se han convertido en desplazados internos en su propio país, lo que incluye a más de un millón de menores de edad.
En Bagdad, en tanto, el representante del organismo de la ONU para los refugiados, Bruno Geddo, dijo a periodistas que la situación en Irak va a empeorar en los próximos meses.
La presencia del EI, unida a la pérdida de puestos de trabajo derivada de la crisis del petróleo y a la llegada de refugiados sirios al país -casi 250.000 según los datos de este organismo de la ONU-, hacen que la situación actual en Irak sea «muy complicada», explicó Geddo.
El funcionario estimó que se necesitarían alrededor de 8.000 millones de euros para reconstruir zonas afectadas tras 13 años de conflicto y poder mejorar la actividad económica y el estado del país.
Por otra parte, el representante de Acnur en Bagdad denunció el «exterminio» de la población, tanto chiita como sunnita, que está llevando a cabo esta organización, que asesina «sistemáticamente» a cualquier persona que les cuestione.
Geddo puso el ejemplo de una doctora iraquí a la que obligaron a realizar una operación con unos guantes que le mermaban la destreza de las manos, y que fue ejecutada tras pedir que le dejaran operar con guantes más finos.
«Y eso es solo un caso entre miles», apostilló el representante de ACNUR.
La mitad de las muertes ocurrieron en Bagdad, según el estudio de Unami, en el que se documenta además el descubrimiento de fosas comunes, algunas encontradas en áreas donde había actuado el EI, pero otras que presumiblemente sepultan a víctimas del gobierno del ex presidente Sadam Hussein, derrocado en 2003.
La misión de la ONU también acusa a las fuerzas de seguridad iraquíes y a sus aliados -milicias, grupos tribales y peshmergas (fuerzas kurdas)- de asesinatos ilegales y secuestros.
«Muchos de estos incidentes son relativos a personas de las que se sospecha han colaborado con el EI», se indica en el texto, en el que se lamenta que las fuerzas de seguridad no hayan protegido como debían a los civiles.
La milicia radical, en tanto, cuya notable avanzada militar desdibujó las fronteras de Siria e Irak heredadas del tratado Sykes Picot (1916) y fundó un califato a fines de junio de 2014 en parte de esos territorios, amenaza ahora con extender su presencia a otras partes del mundo.
Tras un año y medio de enfrentar una guerra declarada con las principales potencias del mundo, el EI comenzó 2016 ampliando sus fronteras, desde Estados Unidos hasta el corazón musulmán del Sudeste Asiático, con 11 atentados y casi 140 muertos.
Estos ataques fuera de lo que hasta ahora constituía su bastión (amplios territorios de Siria e Irak), así como los atentados en Francia (enero y noviembre de 2015) y Turquía (la semana pasada) evidencian un intento de la milicia de transformar en ubicua su amenaza y sembrar desconcierto entre sus enemigos, las potencias occidentales.
En diciembre pasado, apoyado por una campaña de ataques aéreos de una coalición encabezada por Estados Unidos, el gobierno iraquí logró arrebatar al grupo el control de la ciudad de Ramadi, capital de Al Anbar, en su mayor victoria hasta ahora sobre los yihadistas, que aún controlan Mosul.
La lucha contra el EI, sin embargo, exacerbó las tensiones sectarias en Irak entre la mayoría chiita, que controla el gobierno, y la numerosa minoría sunnita, que ha denunciado brutales abusos de milicianos chiitas contra la población sunnita en ciudades recuperadas de manos de los extremistas.
Hoy, la mayoría de los diputados y ministros iraquíes de confesión sunnita boicotearon las reuniones del Parlamento y del gobierno en protesta por un ataque perpetrado la semana pasada en la ciudad de Al Maqdadiya por milicias armadas, supuestamente chiitas.
Los agresores, que no han sido identificados, mataron a civiles sunnitas y quemaron mezquitas y locales comerciales, lo que empujó a parte de los habitantes a abandonar sus casas.
Esos actos de violencia fueron al parecer una venganza, después de que el 11 de enero se registraran casi 30 muertos y más de 50 heridos, en su mayoría milicianos chiitas, por la explosión consecutiva de varios artefactos explosivos plantados por el EI en un cafetería de Al Maqdadiya.
Fuente: Télam