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JOSE MORAN, por Anibal Martini

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De las dos a las cuatro ruedas un Grande de verdad y orgullo del Deporte motor Rufinense «Pepe Morán» brilló como pocos.

 

En la década del cincuenta el motociclismo de alta cilindrada pasaba por uno de sus mejores momentos. Los nombres de Galvagni, Milossi, Salatino, Cruz, Caldarela aparecían en todas las figuritas.

La pasión por el motociclismo no escapaba a los puntos mas lejanos del país y aquí en Rufino un muchacho esmirriado, de finos bigotes,hurgaba en los cuatro tiempos de los motores Norton buscando los secretos capaces de entregarle un mejor torque al motor. Estudioso, inquieto, razonador e inteligente «Pepe» mamaba la mecánica como una verdadera ciencia exacta buscando el por qué de cada cosa.

No bien estuvo armada su moto y tras algunos escarceos de entrecasa en entreveros pueblerinos alentado por sus amigos de la Escudería se lanzó a la aventura del motociclismo nacional. Mecánico, preparador, tester y piloto «Yo la armo y yo la corro» casi una impronta del deporte mecánico de aquellos años Morán demostró rápidamente que arriba de una moto de carrera era cosa seria. De origen tierrero no le asustaba el pavimento. El motociclismo exije un agudo sentido de equilibrio en volcadas que muchas veces paralizan el corazón de los espectadores, velocidad de reflejos para sortear imprevistos, precisión de violinista en la ejecución conciliatoria de embrague, freno y cambios sin perder regímenes de vueltas en el motor. Innovador como era adaptó un cuadro AJS a la potencia obtenida de su Norton y la cosa funcionó.

Perdió un Campeonato Argentino que legítimamente había sido suyo por una anomalía de intereses políticos de esas que enturbian el deporte al mezclarlo con las pasiones ideológicas. Solo una anécdota para memoriosos que las estadísticas generalmente no registran. La historia dirá que fue Sub-Campeón Argentino de 500cc.

El hombre como los pájaros da vigor a sus alas para acometer empresas difíciles.

Cuando las dos ruedas le quedaron chicas «Pepe» comenzó a madurar en su taller de la calle Italia(aquel que compartía con Daniel López) la artesanal construcción de un Limitada del 27. Pensado conforme a sus principios, no quedó detalle alguno pendiente en el imaginario tablero que Morán llevaba en su cabeza adelantado a los cibernéticos tiempos de computación y telemetría que hoy marcan nuestros días.

«Un mecánico que no sepa tornear dificilmente logre buenos resultados a la hora de experimentar- solía decir- uno sabe suficientemente bien lo que quiere y derivar esos trabajos a terceros implica resignar parte de la idea cosa que no es demasiado buena. Puro pensamiento de artesano que le dicen.

Partiendo de unos largueros de Wipper comenzó a darle forma a su coche. Tren delantero articulado, suspensión independiente tipo Chevrolet 47, sistema de dirección a sinfín. Utilizó un puente trasero rígido con diferencial de Ford A 1928. Eligió una caja de velocidades Fiat 525 de cuatro marchas y retroceso. El embrague especial de discos hidráulicos en las cuatro ruedas con campanas de freno Volpi de 35 centímetros de diámetro.

La carrocería fue totalmente trabajada en chapa de aluminio estudiando cuidadosamente la línea aerodinámica algo no tan común para la época.

Construyó Morán un Arbol de Levas realizado en acero al cromo níquel de cementación y un sistema de engranajes.
Con esa máquina obtuvo su primer victoria en la Limitada del 27 en Rio Tercero. Tras siete victorias acumuladas en 1958 llega finalmente el Campeonato Argentino y Morán le regala a su pueblo una inmensa alegría. Ernesto Vargas, Luis Piñeiro, Umberto Lorenzetti, Palín Araiz, Manuel Guerrero, José Altube, Hugo Varela y por supuesto Daniel López fueron entre muchos otros incansables colaboradores.

Con el debut de Meunier en el Turismo de Carretera y sus buenas perfomances el salto de Morán a la categoría máxima del automovlismo argentino fue tan solo un trámite que le significó volver a empezar. Antes de dejar los monopostos «Pepe» se le anduvo animando con mas talento que potencia a los intocables de la Fuerza Limitada en donde reinaban Sticoni, Enrico y San Martino entre otros. Les mojó la oreja, los toreó y les hizo sentir la impotencia de Goliat frente a David. Es que como categoría nacional que era, no obstante el rótulo de Fomento, la Limitada del 27 ya se había puesto los pantalones largos y sus cultores lo demostraban alternando con éxito en la Fuerza Limitada. Bastará recordar a Roux, Tortone, Sotro, Marquez, Tulio Caro para valorar el desafío.

Vale la pena aquí contar que vendido su Limitada del 27 Morán adquirió una Maserati con mecánica Chevrolet con tapa Wayne que descansó un largo tiempo en su taller porque no entraban las tapas Wayne al país. Cuando finalmente se consiguió, Morán trabajó en ese auto(que hoy descansa como reliquia en el Museo de Termas de Rio Hondo) inducido por su gran amigo Ramón Requejo para probar fortuna en la Fuerza Libre. El tema de su debut en la Fuerza Libre será tema de otra nota por la especial circunstancia que rodeó a aquel suceso. Morán salió de los últimos a clasificar y clavó el mejor registro. En medio de la algarabía del improvisado recinto de boxes un poderoso comprador ofreció pagar una cifra por demás importante a condición de que el coche se lo dieran en ese mismo momento. Ya tenía Pepe al T.C. en su cabeza y ante la jugosa oportunidad y sin dudar, volvieron a Rufino sin el auto y sin correr urdiendo planes para comenzar con la Cupé.

Aquel Chevrolet 39 blanco y amarillo al que Morán planchó el techo para restarle resistencia al viento, bajó su despegue del suelo y delineó con perfil inconfundible, se manifestó de movida como un verdadero pura sangre. A poco estuvo de ser debut y triunfo aquella primera aparición en Tres Arroyos. Planilleros y relatores no salían de su asombro al registrar los tiempos de aquel debutante con el número 36 en sus puertas. Es que la imperante conjunción mecánico-corredor dominante en el T.C. de aquellos años encontraba en José Morán a uno de sus máximos exponentes.

Tuvo Morán en el T.C. pese a su corta campaña actuaciones notable y la necesidad de llegar lo hizo mas de una vez conservador apremiado por las exigencias económicas.

Ya retirado de las carreras se volcó a la preparación. En principio alquilándole su Chevrolet al que por supuesto él alistaba al cordobés Oscar Cabalén y mas tarde asistiendo a Tarducci de Villa María.

Recibió en vida el reconocimiento de su pueblo de la mejor manera. Una calle de Rufino-la de su casa – lleva el nombre JOSE MORAN.

Por Anibal Martini

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