Según una encuesta de CREA, aumentará sólo 17% la superficie dedicada al cereal; pasará los cuatro millones de hectáreas; la intervención de los mercados y el contexto macroeconómico son los mayores limitantes para invertir.
a poco, los productores vuelven al trigo. Pero eso no alcanza todavía para ser una buena noticia. Cuando faltan dos semanas para comenzar la campaña, las estimaciones calculan apenas un 17% más de superficie que el año pasado, que fue de las más bajas de la historia. Demasiado lejos se está aún de alcanzar el verdadero potencial del cultivo. Por ejemplo, la campaña 2004/5 se sembraron más de seis millones de hectáreas y se produjeron casi 16 millones de toneladas. Claro, todavía no había intervención a los mercados ni restricciones a las exportaciones.
Ahora, con suerte, se cultivarán algo más de cuatro millones de hectáreas, y en términos futbolísticos se podría decir que sirve como para «ir zafando de la zona del descenso», si se tiene en cuenta que la campaña 2012/13, con 3,2 millones de hectáreas sembradas y ocho millones de toneladas de producción, fue la peor de los últimos cien años. «Pero seguimos muy bajos respecto de lo que se tiene que sembrar; estamos en un 60 por ciento del potencial», dijo a LA NACION el presidente de la Asociación Argentina del Trigo (Argentrigo), Matías Ferreccio.
Para el directivo, «no están dadas las condiciones para subir ese porcentaje, primero, por no tener una comercialización abierta, razonable, previsible y confiable, y en segundo lugar, por la presión impositiva y los derechos de exportación».
Encima, la incertidumbre que ocasiona el contexto macroeconómico y el encarecimiento de la financiación no alientan al productor a ir «más allá» en la inversión en tecnología y desarrollar todo el potencial que tiene el grano fino. Para Ferreccio, el productor está muy a la defensiva para tomar un negocio de riesgo. Más si no cuenta con capital propio. Según el directivo, hay líneas de crédito en dólares a entre el 7 y el 10% y en pesos «la tasa es muy alta, superior al 30 %». Y agregó: «Sabemos que hay financiación a tasa cero (del Banco Provincia de Buenos Aires), que las anunciaron en Expoagro, pero no sabemos a quién se las han dado». Agregó que «hoy cada hectárea de trigo implica 500 dólares entre alquiler y gastos directos (para campo propio hay que restarle 150 dólares del alquiler) y la realidad es que hay que poner el dinero en mayo y no están dadas las garantías de que en diciembre se pueda vender la cosecha para recuperar la inversión».
LOS MOTIVOS DEL CAMBIO
Según una encuesta realizada por los Consorcios Regionales de Experimentación Agrícola (CREA, de la que se informa por separado), la mayor superficie prevista para el grano fino se explica básicamente en la necesidad de rotar los cultivos, no en una oportunidad comercial. También influyeron en la decisión de una mayor siembra las malas experiencias logradas con la cebada, que en las últimas campañas le había comenzado a ganar superficie al trigo. «Hoy hay una diferencia en el precio de 30 dólares por tonelada en favor del trigo (unos 200 dólares contra 170) y eso impacta muchísimo», acotó Ferreccio.
En tanto, los asesores CREA Fernando Sackmann, Gerardo Chiara y Benjamín Banks coincidieron en el avance del trigo, pero también en las limitantes que encuentra para tener un aumento significativo en la superficie sembrada.
Para Sackmann, de la zona de Azul-Chillar, el área de trigo aumentará entre un 15 y un 20% en su zona porque en la campaña 2012/13 la cebada tuvo un mal resultado productivo ante excesos hídricos que el trigo soportó mejor. «En el ciclo 2013/14 los rendimientos fueron más altos, pero los precios se ubicaron muy por debajo de los del trigo», señaló.
«No obstante, el incremento de superficie es acotado porque el mercado del trigo sigue regulado, lo que determina que los precios no alcancen los valores que corresponderían según las cotizaciones FOB», resumió Sackmann.
Según el técnico, los agricultores imprimirán un buen nivel tecnológico a sus planteos, pero «sin gastar de más en implantación y protección de los cultivos, en un año con gran incertidumbre económica y complicaciones para conseguir financiamiento a tasas compatibles con el negocio agrícola».
Gerardo Chiara, de la zona de Alberdi y Bragado, en el norte de Buenos Aires, estima que en su zona el trigo podría ocupar en la campaña que comienza el 25-30 por ciento de área cultivable, contra el 24/26 de ciclo anterior. El incremento tiene su justificación en el resultado económico esperado de la secuencia trigo/soja de segunda.
Coincidió en que el aumento en la siembra de trigo también está asociado a una disminución del área con cebada. «En la última campaña la cebada cervecera valía 190 dólares por tonelada contra 230 del trigo; para que recupere área, las malterías deberían ofrecer propuestas más competitivas», apuntó Chiara.
Por su parte, Benjamín Banks, de la zona de San Cayetano y Tres Arroyos, también considera que habrá un incremento en la superficie de trigo en detrimento de la de cebada debido al mayor margen bruto esperado por parte del productor.
Si bien Banks cree que los productores imprimirán un adecuado nivel tecnológico en sus planteos productivos de trigo, advirtió que será sólo «el necesario».
En tanto, Daniel Canova, productor de la zona sur de Santa Fe, centro de Buenos Aires y Entre Ríos y tesorero de la Asociación Argentina de Productores en Siembra Directa (Aapresid) notó que en general hay buena predisposición a sembrar trigo, en especial en campo propio y en los que comprenden la importancia de incluir gramíneas en la rotación y que buscan un planteo sustentable en el tiempo. «Obvio que siempre existe el recelo de una intervención del Estado en el mercado», reparó.
Estimó Canova que, en campo propio, el área sembrada con trigo puede crecer un 20 a 25 por ciento en el sur de Santa Fe y en el noroeste de Buenos Aires. «Si el Gobierno diera señales importantes como bajar las retenciones u otra a favor de no frenar las exportaciones podría crecer en toda el área», señaló.
Otro aspecto por tener en cuenta, según el productor, es que existe un riesgo no menor para las zonas litoraleñas del sur de Santa Fe, norte de Buenos Aires y Entre Ríos que es el año Niño, con mayores lluvias, que se viene pronosticando. «El riesgo de ataques severos de fusarium no favorecerán planteos tecnológicos con altas dosis de nitrógeno sino que, por el contrario, se proyecten rendimientos más conservadores», apuntó Canova.
La Nación