El Campo

El mercado del trigo sigue altamente dependiente del clima y de Brasil

Septiembre comienza a transcurrir y las ansiadas lluvias todavía no llegan a muchas regiones productivas del país. Y si bien para las siembras de la gruesa todavía falta (aunque no tanto para los maíces tempranos), toda la atención de los productores está centrada en la necesidad de que imperiosamente las precipitaciones lleguen.

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Las lluvias continúan sin llegar a muchas zonas agrícolas argentinas, mientras los cultivos se encaminan a la etapa de mayor demanda de humedad

Septiembre comienza a transcurrir y las ansiadas lluvias todavía no llegan a muchas regiones productivas del país. Y si bien para las siembras de la gruesa todavía falta (aunque no tanto para los maíces tempranos), toda la atención de los productores está centrada en la necesidad de que imperiosamente las precipitaciones lleguen. Sobre todo, en el caso del trigo, que está próximo a comenzar su etapa reproductiva, cuando la demanda de humedad se acelera, al tiempo que las temperaturas comenzarán a ser un poco más de primavera.

Todo esto, además, en medio de una campaña electoral compleja y con mucha incertidumbre sobre lo que pueda ocurrir con el tipo de cambio y con las medidas del Gobierno que van y que vienen, y que no hacen más que mantener al productor confundido. Entonces el “hombre de campo” desensilla y espera que la incertidumbre climática se transforme en certeza y que la duda electoral haga lo propio.

No obstante, existen ciertas situaciones que se deberían tener muy en cuenta. La primera de ellas tiene que ver con lo que ocurre en Brasil. Nuestro vecino ha logrado duplicar la producción del cereal en un periodo muy corto. En la campaña 2019/2020 la producción de trigo en Brasil era de 5,2 millones de toneladas, mientras que en la temporada 2022/2023 ya había superado los 10 millones, algo que podría repetirse en el ciclo 2023/2024.

Así las cosas, las necesidades de importación brasileñas de trigo argentino podrían resultar menores en el próximo año, con riesgos ciertos de que dentro de dos o tres temporadas puedan llegar al autoabastecimiento. Y si bien las calidades podrían no ser panaderas, las adquisiciones de trigos de alta calidad de otras regiones (léase Canadá/Australia) podrían actuar perfectamente como correctores.

El riesgo entonces se logra visualizar claramente si finalmente las esperadas lluvias llegan y se logra una producción de entre 15 y 16 millones de toneladas. Claro está que esta última no es una mala noticia per sé, ojalá suceda, solo que habría que proyectar bien las necesidades financieras para, eventualmente, no llegar a la cosecha con escasos recursos y obligaciones de ventas. Porque las incertidumbres mencionadas en el segundo párrafo y un Brasil que quizá no presione, sumado a los requerimientos financieros de un productor que viene de un año muy difícil desde el punto de vista productivo, podrían generar una situación de estacionalidad mayor a la habitual.

Márgenes cuidados

Resulta imperioso, en tal sentido, estar atentos a las señales de precios, teniendo en cuenta que hay que cuidar los márgenes a como de lugar, pero con la flexibilidad adecuada.

No debemos olvidar que todavía hay una guerra en la zona del Mar Negro que involucra al primer exportador mundial de trigo, Rusia, que actualmente está recibiendo ataques dentro de su propio territorio por parte de Ucrania y que, además, las diferentes ofertas electorales en nuestro país tienen posiciones muy diversas sobre qué hacer con los derechos de exportación.

La situación no resulta para nada sencilla y es muy opinable desde todo punto de vista. Sólo requiere estar alerta.

Fuente: Diario La Nación 

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