Pero tuvo repercusiones espectaculares en todo el mundo. No fue solo un cambio de sistema, fue un efecto social, político, científico. Es que en su determinación, se comenzaron a determinar los patrones con los que medimos, unificando criterios con el resto del planeta. Pero para comprender de mejor manera su importancia, debemos hacer un recorrido histórico que justifique esa imponencia.
Lo más interesante de esta doble revolución, es que se desarrollan al mismo tiempo. En el antiguo régimen que nombramos, el rey Luis XIV era el líder indiscutible de Francia. Todo, absolutamente todo se medía con patrones diversos, cambiantes. No había unanimidad a la hora de utilizarlos, tampoco una consonancia entre todos. No había estándares para que todos puedan cumplir con formatos unificados. De esta manera, muchos errores sucedían y otros se aprovechaban de esos “desconocimientos”. Recién en 1799 se estableció una cierta universalidad en los sistemas métricos. Esto trajo estabilidad en la Francia post-revolución. Así nació el metro y el kilogramo. Ahora debía comenzar el proceso de educación a la sociedad, el cual sucedió bastante rápido. En pocos meses se cotidianizó el uso del lenguaje.
La tradición es una potencia difícil de cambiar. No respeta cambios ni revoluciones. Es por eso que la aplicación de sistemas que proponen modernizar un accionar, se vuelve complicada. Desde un punto de vista burocrático, se legalizó antes que funcione desde un punto de vista práctico. Muchos seguían apostando por el viejo formato de patrones, lo cual entorpece la utilización del nuevo. Se tardaron muchos años hasta que gubernamentalmente se apostó por hacer cumplir el cambio rotundo. Se necesitó todo el poder del estado para respetar lo que la ciencia pedía hace tiempo.
Así se formó la Comisión de Pesas y Medidas. Con el objetivo de militar el nuevo sistema, realizó cambios importantes para el reconocimiento del mismo a nivel internacional. Se estipula que las unidades mayores y menores, osea, los múltiplos y submúltiplos, se obtendrían de multiplicar o dividir la medida original, por diez. Anteriormente se debía pasar por un sufrimiento inexplicable de multiplicar por 12 o 16. Al lograr que sea decimal, bastaba con correr la coma para obtener el número buscado. Esto facilitó el aprendizaje popular.
Hay que entender que anteriormente, los sistemas de medidas variaban de un país al otro, o hasta dentro de un mismo país. Por suerte ha habido unificaciones, y por ejemplo, 1 kg = 2.2046 lb. Era un debate ideológico, nacionalista. Es difícil encontrar un proceso de universalidad y emancipación popular, más importante que este que describimos. Tal vez ahora nos demos cuenta, que cada vez que usamos una regla o una balanza, tenemos un pedacito de revolución francesa en nuestras manos.