Tragedia aérea. Fue en 2009, durante varios meses. Así lo informó la prensa alemana, luego de que el CEO de Lufthansa deslizara que Andreas Lubitz había tenido que interrumpir su entrenamiento por un tema «confidencial».
La consternación y el asombro crecían con el paso de las horas, tras conocerse que el copiloto Andreas Lubitz estrelló adrede el avión de Germanwings el martes en los Alpes franceses. Gracias a los datos aportados por la caja negra que registró las voces, los investigadores manejan información segura sobre los últimos minutos del vuelo 4U-9525 que iba de Barcelona a Düsseldorf. La prensa alemana aportó además un dato inquietante: duarnte varios meses durante 2009, el joven sufrió de depresión y del síndrome de agotamiento conocido como «burn out».
La gente, en tanto, parece no poder creer que algo así haya podido pasar, sobre todo sus vecinos de la localidad de Montabaur, de solo 12 mil habitantes.
«Era muy educado, siempre saludaba aunque sin entrar en conversación», dijo al diario Bild un joven que vive justo al lado de la casa de los padres del copiloto, con quienes vivía y cuya casa fue allanada por la policía.
«Acá no hay mucho trato entre los vecinos, pero me parece horrible que sin estar nada probado se arrojen sobre él. Me resisto a aceptar que haya hecho algo tan egoista», agregó el joven. Otro vecino, un jubilado que conocía a su familia desde hacía mucho tiempo, se quebró al ser entrevistado por el diario Bild.
La conferencia de prensa del presidente de Lufthansa, Carsten Spohr, fue extremadamente tensa. Con voz entrecortada, el ejecutivo confirmó que Lubitz había interrumpido su entrenamiento como piloto durante varios meses en 2009, pero se negó a dar los motivos por tratarse de un asunto «confidencial».
Según averigüó el semanario Der Spiegel, sus compañeros hablan de síndrome «burn-out» (agotamiento) y depresión. Las mismas fuentes hablaron de «problemas psicológicos».
«Estaba contento con su trabajo», señalaron en cambio quienes lo conocían del LSC Westerwald, un club de vuelo deportivo que queda a sólo cien metros de la casa de sus padres, ubicada en un barrio tranquilo de casas con amplios jardines.
«Era miembro de nuestro club. Un joven agradable, como cualquier otro, no podemos imaginar que haya hecho algo así», confesó un directivo. Otra vecina dijo al diario «Rhein Zeitung» que ser piloto era su sueño y «lo había cumplido». Los padres del Lubitz se encuentran en el sur de Francia, como el resto de los familiares de las víctimas, pero separados del resto.
Desde entonces, Lubitz trabajó como asistente de abordo, después completó el entrenamiento y dio las pruebas para piloto sin problema en la escuela de Lufthansa en Bremen, en el norte de Alemania.
«Aprobó todos los exámenes medicinales y de vuelo, todas las pruebas y controles, era apto al cien por ciento sin restricciones», señaló el presidente de Lufthansa, Carsten Spohr, en una breve conferencia de prensa. «Solo se puede especular sobre los motivos, no tenemos ninguna información sobre qué llevó al copiloto a estas acciones», destacó.
«Es el hecho más horrible de la historia de nuestro consorcio que va a cumplir 60 años», dijo, tras reiterar «la mayor confianza en nuestros pilotos, que son los mejores del mundo» y atraviesan un momento difícil.
«Algo así escapa a la capacidad de sorpresa. Es importante que se investiguen todos los detalles», declaró por su parte la canciller alemana, Angela Merkel.
Autoridades alemanas y de Germanwings confirmaron que Andreas Günter Lubitz tenía 28 años, pero luego dijeron que tenía 27, y era oriundo de Montabaur, una localidad con castillo y restos de muralla medieval situada en Renania-Palatinado, en el centro-oeste de Alemania. Vivía ahí con sus padres, pero también tenía una segunda casa en Düsseldorf, que ayer también fue allanada. Desde septiembre de 2013 era copiloto y acumulaba 630 horas de vuelo.
Según reveló la fiscalía de Marsella, unos diez minutos antes de la tragedia, el copiloto de 28 años aprovechó la salida del experimentado piloto Patrick S. (quien habría ido al baño) para trabar desde dentro la puerta de la cabina de mando y emprender el descenso del avión haciéndolo perder altitud a mil metros por minuto.
El fiscal francés Brice Robin subrayó que la maniobra no puede haber sido un accidente, ya que para ello se tiene que girar una palanca.
Además, según Robin, las grabaciones de la caja negra que registra las voces y sonidos de la cabina revelan que el piloto Patrick S. Se identificó e intentó varias veces sin suerte que Lubitz le abriese la puerta.
«De estos datos se deduce que el copiloto tuvo la voluntad de destruir el avión», declaró el fiscal.
Las grabaciones confirman además que Andreas Lubitz respiraba hasta el último momento antes del choque y no respondía a los llamados de la torre de control y seguridad aérea, mientras su colega intentaba entrar a la cabina dando golpes. Los pasajeros _de acuerdo con el fiscal_ no notaron nada raro hasta último momento, cuando se producen gritos de pánico.
Desde los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos, las cabinas de mando de los aviones son infranqueables, para evitar secuestros. El personal aéreo acceden mediante un código, pero los pilotos pueden bloquearla desde adentro.
Fuente: clarin.com.ar