La combinación de chile de árbol con tomates es un básico dentro de la gastronomía mexicana, pues el picante del chile y la acidez con dulzor del tomate crean un equilibrio perfecto. Es un sabor profundo, complejo, y adictivo que, además, se puede utilizar en una amplia variedad de platos. Lo más común es utilizar ambos ingredientes como bases para aderezos y salsas.
Una buena salsa de tomate con chile de arbol, por ejemplo, tiene posibilidades casi infinitas. Es ideal para acompañar tacos, agregar un toque picante a los huevos revueltos, marinar carnes antes de asarlas o para realzar el sabor de las sopas, entre otros usos más. La versatilidad del chile de árbol demuestra porqué tiene un lugar tan distinguido dentro de la gastronomía de México.
Origen del chile de árbol
El chile de árbol proviene de México y Centroamérica, remontándose específicamente a las civilizaciones prehispánicas que habitaron Mesoamérica. Esta y otras variedades del chile fueron cultivadas y utilizadas como condimento, colorante natural e, incluso, como moneda. A lo largo del tiempo, fue convirtiéndose en un símbolo ritual y cultural de estas culturas.
El alimento formó la base de la alimentación de las civilizaciones prehispánicas, junto con la calabaza, el maíz y el frijol. La evidencia arqueológica implica que el chile fue cultivado desde el año 7000 al 2555 a. C. Curiosamente, uno de los usos del chile era como castigo para los niños mal portados, quienes no soportaban el alto nivel de picante.
Los orígenes ancestrales del chile de árbol poco a poco fueron dejados atrás, siendo el mayor catalizador la llegada de los españoles. El condimento, entonces, fue llevado a diferentes países de Europa y Asia, integrándose naturalmente a gastronomías totalmente diferentes. Esto llevó a la evolución de los métodos de cultivo y preparación culinaria: actualmente se conocen 200 variedades del alimento.
En la actualidad, el chile de árbol es el ingrediente por excelencia para aquellos que buscan sabores intensos y exóticos. Su rico nivel de picante ofrece una sensación única, creando una experiencia multisensorial que no deja a nadie indiferente. Además de ser un icono cultural de México, también se ha adaptado a las peculiaridades de las cocinas asiáticas y europeas, demostrando su increíble versatilidad.
Comparación de esta variedad con otros chiles
El método para medir el picor de los chiles se llama “escala de Scoville”, y mediante él se mide la cantidad de capsaicina en una variedad de chile específica. Este es el compuesto que provoca la sensación de picante. El chile de árbol se encuentra en un rango de picor alto (entre 10.000 y 23.000 unidades de Scoville, o “SHU”), superando a muchas de las variedades de chile más comunes en la cocina del día a día.
Por ejemplo, el chile de árbol es más picante que el jalapeño (2.500-5.000 SHU) y el serrano (2.500-15.000 SHU), dos de los chiles más utilizados en la gastronomía mexicana. Aun así, no supera al chile habanero, el rey del picante, con 100.000-350.000 unidades de Scoville. Sin embargo, es uno de los chiles más picantes que se pueden encontrar.
Cabe destacar que las unidades de Scoville se miden en rangos, pues varios factores influyen en el nivel de picor del chile específico. Tanto la madurez del chile, el clima donde fue cultivado y la composición del suelo donde se sembró, determinarán si el chile alcanzará un nivel alto o bajo en el rango establecido. Sin embargo, el número sigue siendo una buena guía para elegir el tipo de chile a usar.