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Alimentos agroecológicos: una tendencia que siembra esperanza y cambia la perspectiva en Rufino

La ciudad se transforma positivamente de la mano de acciones conscientes y concretas. El Buen Vivir funciona ofrece alimentos agroecológicos de calidad que llegan a través de una red de productores y almaceneros que trabajan como lo hacían nuestros ancestros.

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Julieta Santo, impulsora de "El Buen Vivir". Foto: ellitoral.com

Por Ana Inés Dobal – ellitoral.com. La responsable de desembarcar esta propuesta en Rufino es una joven comunicadora cuya partida a estudiar fuera de su Rufino natal, como a tantos, la transformó para siempre. A su regreso, comparte y crea este proyecto virtual que crece y se expande de la mano de una tribu de humanos cada vez más grande.

Biografía

«Soy Julieta Santo, tengo 28 años, soy Lic. en Comunicación Social. Estudié y viví en Córdoba, donde gracias a una amiga conocí la agroecología como forma de producción y de vida. Junto a ella, años después, empezamos a vender alimentos agroecológicos y compartir talleres en Venado Tuerto, donde viví hasta hace poco», cuenta a El Litoral antes de profundizar sobre «El Buen vivir».

Volver a casa

«A principios de este año -2023- volví a Rufino -donde nació-, y las primeras preguntas que me hice fueron; ¿Por qué no llevar estos alimentos Rufino también? ¿Por qué no llevar información al respecto? ¿Por qué no expandir, como semilla, esta alternativa que pone en el centro la salud de la Tierra y de todos los que la habitamos? Me entusiasmaba -y todavía lo hace- la posibilidad de compartir una forma de vivir y de enfocar la vida que a mí, personalmente, me cambió para siempre».

Proyecto con esencia

Sin dudas, volver a sentirnos y crear nuestra realidad fiel a nuestra esencia, es una tendencia que nos devuelve el protagonismo y nos responsabiliza. La inminente necesidad de cambio global, en lo que a cuidado, respeto y ecología se refiere -con la infinitud de áreas que involucra-, para garantizar la vida, no es nueva. Lo que sí es inspirador, es tener delante semillas de cambio florecidas, incluso en comunidades de base conservadora como la nuestra, que se dan paso sin negociaciones creando trincheras desde cero.

Militancia

Julieta se asume militante de ese buen vivir y crea desde ahí este proyecto que nace de la necesidad de comunicar que trae con su carrera. «Siento que es necesario hacer circular información sobre los venenos que vienen con aquellos alimentos que creemos saludables. Ya sabemos que en el supermercado encontramos productos ultra procesados, por ejemplo. Los sellos de advertencia hoy ayudan mucho. Pero no hay sellos que indiquen que cuando compramos en el super o en cualquier verdulería, estamos comprando alimentos fumigados con varias sustancias perjudiciales para la salud y en algunos casos, alimentos transgénicos. Sinceramente, no sé si les cabe el nombre de alimentos», expresa con fundamento.

«La agroecología entiende, y esta es una de sus bases fundamentales, que si queremos producir y consumir comida de calidad, no podemos envenenar el suelo donde nacen y crecen los alimentos». (J.S)

Agroecología

La agroecología entiende, y esta es una de sus bases fundamentales, que si queremos producir y consumir comida de calidad, no podemos envenenar el suelo donde nacen y crecen los alimentos. Las agroindustrias dan respuesta a una demanda incalculable de producción que alimenta al mundo, potencia el comercio, engrandece el capital de unos pocos y «garantiza» el acceso pero, ¿a qué precio?. Descuidando, envenenando y dañando sin retorno el único recurso que nos garantiza la vida, y que es de todos. Creo que las nuevas generaciones, a quienes les tocará hacerse cargo en adelante, tienen muy claro que no lo es.

Debatir para transformar

Este planteo visibiliza una realidad que necesita ser potenciada para que la comodidad del confort, las buenas intenciones sin bases sólidas ni los fanatismos, copen el escenario. Aceptar, integrar y transformar es el objetivo. «Para que lo que llevamos a nuestra mesa nos nutra, nos de vida y voluntad necesitamos suelos enriquecidos, biodiversos, respetados, cuidados», destaca con fundamento la joven local.

El Buen Vivir

«Actualmente, El Buen Vivir funciona a través de una tienda virtual. Es un proyecto que llevo delante de manera individual, preparo los pedidos y los entrego en mi domicilio, generalmente con algún intercambio interesante con quienes se acercan. Me gusta mucho brindarles toda la información acerca de los alimentos que van a llevar a sus mesas y compartir con sus seres queridos. Además, hay varias redes de productores y otros almaceneros/as que trabajan la agroecología con quienes estamos en contacto, nos damos recomendaciones, apoyo y aliento para seguir», destaca Juli sobre su labor.

El Buen Vivir funciona a través de una tienda virtual y ofrece alimentos agroecológicos. Foto: ellitoral.com

«Para que lo que llevamos a nuestra mesa nos nutra, nos de vida y voluntad necesitamos suelos enriquecidos, biodiversos, respetados, cuidados». (J.S)

Volver al origen

«El Buen Vivir es un concepto que proviene de las formas de vida y las cosmovisiones de los pueblos originarios. Propone, a grandes rasgos (ya que es muy interesante para profundizar) una existencia en armonía con la Madre Tierra y todos los seres que la habitan, y una vida que apunte al equilibrio, bienestar y felicidad a nivel comunitario, abandonando no sólo prácticas individualistas sino también toda forma de explotación y extractivismo», subraya Julieta con claridad profundizando sobre el tema.

«En este sentido, el proyecto El Buen Vivir busca mostrar que hay otra forma de vincularnos con la Tierra y lo que nos ofrece. Existen producciones sanas, seguras y soberanas en nuestro país que trabajan como lo hacían los ancestros, cuidando, respetando y sobre todo amando los territorios. Por supuesto, esto se nota en los alimentos: la calidad, el sabor y la vitalidad que nos aportan también hablan de qué manos estuvieron detrás de su producción.

Red de productores agroecológicos

Para acceder a los alimentos que forman parte de la tienda Julieta viaja a distintos puntos del país. Generalmente son alimentos que provienen de economías regionales, lo que a su vez los hace únicos y de gran calidad. En otros casos, trabaja con transportes, siempre tratando de buscar proveedores lo más cercanos posibles. «Se trata de buscar, tejer redes, conocer nuevos productores, charlar con ellos, apoyarnos mutuamente», destaca protagonista.

Precio/calidad

Con respecto a los costos, esta toma de acción implica asumir cambios y sostenerlos a conciencia. «En algunos casos, los precios son similares a los del supermercado o la verdulería, y en otros hay diferencia, ya que el modo de producción es distinto. La agroecología sostiene la importancia del trabajo digno y el pago justo a las familias y/o cooperativas de productores, por lo que, si se paga un precio más alto, se está apoyando la labor de los y las trabajadoras de la tierra y permitiendo que continúen y fortalezcan ese camino», expresa sentida y responsablemente Santo.

«Para ilustrar esto, – continúa- a veces es bueno preguntarse: si estoy contento/a porque compré un kilo de alguna fruta a $200 y me resultó barato, ¿cuánto de ese dinero va a las manos de las personas que trabajaron cuidando los cultivos y recolectando las frutas? ¿Estoy apoyando una forma de trabajo justa?. Sí, crecen los consumidores conscientes con el paso del tiempo. Por eso digo que traer la alternativa agroecológica es sembrar una semilla: hay que tener paciencia para ver todos los frutos que nos puede dar».

«Es evidente que poner a disposición información, charlar con los clientes, generar un ida y vuelta, el boca en boca, las recomendaciones; todo suma y hace que cada vez más personas se acerquen a El Buen Vivir. Y está claro que quienes no están interesados en recibir demasiadas explicaciones, se convencen a través del sabor. Muchas veces me han dicho “nunca probé algo tan rico”, “se parece a lo que comía cuando era chico”, entre otras frases que atesoro porque me traen de nuevo la certeza de que por más desconectados de la vida que nos pueda pretender el sistema. El cuerpo sabe, responde, despierta, conecta con la naturaleza, recordando ese vínculo que tenían nuestros ancestros con la Tierra», concluye convencida.

Comunidad, posibilidad, horizontes.

Para cerrar, Julieta comparte su perspectiva de aquí en adelante: «Mi objetivo es traer un poco de todo: alimentos clásicos, los más conocidos y otros más novedosos, que invitan a curiosos a probarlos. Creo que todos, clásicos e innovadores, convencen desde los sabores, colores y aromas; también que todos aportan nutrición y expansión, cada uno a su manera. Para mí, El Buen Vivir es una forma de entender la vida y de vivirla, muy a contracorriente, es verdad, pero justa, amorosa y necesaria, más en estos tiempos donde algunos parecen predicar el “sálvese quien pueda”.

Este proyecto aporta una visión amplia, integral, «donde no existen jerarquías, donde sólo nos salvamos en comunidad. Y con comunidad quiero decir desde un grupo de humanos hasta los microorganismos más diminutos que habitan y nutren el suelo», reflexiona profunda Julieta Santo sobre la siembra que riega en nuestra ciudad con ilusión y convicción hechos acto.

Perspectivas

«Continuar haciendo lo que hago, abriendo el debate, dando pulso a esta alternativa, sembrando muchas semillas – ideas, trabajando en comunidad, generando y compartiendo tanto disfrute y alegría como pueda… viviendo la agroecología, caminando hacia la soberanía alimentaria, trabajando para que los alimentos de calidad lleguen a todos, lo cual es un derecho».

Fuente: Ana Inés Dobal – ellitoral.com

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