Por Anibal Martini
En su lecho mortal Doña Agustina se despide de la vida con entereza y dignidad. Un puñado de purretes arrodillados junto a su cama le tienen la mano mientras abrazan a su amigo desconsolado y triste.»Cuiden de Manolito» es su último pedido. Codearse con la muerte para un niño es un suceso de alto voltaje emocional pero la circunstancia obliga. El largo pasillo de la casa de los Robles que diariamente corríamos bulliciosos para llevarnos a «La leche» de la tarde con Doña Agustina está en silencio.
La barra del barrio allá por los años cincuenta tenía dos suerte de líderes naturales Miguelito (Sosa Covián) el pícaro, movilizador, travieso y con peso a la hora de elegir el entretenimiento del día, y Manolo(Manuel Gómez) callado, silencioso y educado, conciliador y consecuente con el mandato de la mayoría.
Estando en las antípodas los unía una misma condición: Un enorme corazón. A la vuelta del colegio y en la esquina de lo que fuera La Pampa, frente a lo que hoy es Bernabé(La Ferretería de Feldman) nos reuníamos diariamente los chicos del Barrio. Ya nombramos a Miguel y Manuel, Los Paredes con Pirincho, Ubaldo y el Gato. Juan Fregoso, Merigo, el Turco Emilio «Girirí» Aqueri, Osvaldo Cutro, mi hermano menor Jorge y quien esto escribe. Trompo, figuritas, Lirio(como decían los chicos), Policía y Ladrón y por supuesto los Picados en la vieja canchita de Newbery que no siempre terminaban de la mejor manera.
Miguel que traía por su padre sangre de buen futbolista no lo era tanto, pero a la hora de pelear estaba siempre dispuesto y entonces, cuando todos los demás nos apartábamos de la trifulca, aparecía la Mediación del bueno de Manolo que no jugaba, o en todo caso iba de arquero cuando alguien faltaba, pero que nunca nos abandonó. Fuimos creciendo. Manolo aferrado a Don Luis su Papá era «Pato» en las largas mesas de naipe que el progenitor tenía a diario en el Club Español.
El día en que todos comenzamos a partir para buscar un camino terminada la secundaria, Manuel con el padrinazgo del Dr. Emilio Carballeira encaró la carrera de Medicina y después de algunos años volvió al pueblos y a sus amigos de la infancia con el Título de Doctor.
Enorme el orgullo de esta barra que con esta alegría venía a contrapesar el dolor por Emilio Aqueri que con sus sueños de trotamundos a cuestas un día se embarcó para trabajar mientras recorría el mundo y nunca más volvió presa de una enfermedad mortal que por decena de años impidió que sus restos volvieran a su patria, a su pueblo, a sus amigos. y Manuel, el Dr. Manuel Gómez eligió como especialidad la Cardiología, que otra cosa podía elegir para ejercer su profesión un tipo que era todo corazón.
Formó familia, tuvo hijos, sirvió a su comunidad y otros pueblos vecinos con un sentido profesional altamente humanitario, solidario y sin alardes. Sus amigos manteníamos siempre adentro nuestro orgullo por él y aunque en los cruces cotidianos seguía siendo nuestro amigo «Manolo» cuando lo veíamos en la Clínica o en el Hospital le decíamos con el mayor respeto y cariño:»Hola Doctor» cosa que le agradaba aunque su respuesta habitual fuera «Que hacés Petiso» y yo lo abrazara fuerte para saber que seguíamos siendo los mismos de la barra. Se ha ido el Dr. Manuel Gómez y seguro estoy que la comunidad de Rufino va a sentir su ausencia porque desde su silencioso perfil bajo «Manolo» nuestro amigo el Dr. fue un profesional respetado y querido.
Allá te estará esperando Miguelito, a lo mejor Emilio, El Gato querido, la bondad de Doña Agustina, y Don Luis que seguramente aunque cambió de mundo seguirá fumando. Contale a todos que aquí quedamos tus amigos de siempre llorando para adentro y con la tristeza a cuestas. Como antes de cada partido nos juntamos abrazados para dar las urras y en ese círculo de afectos está Pirincho, Ubaldo, Merigo aunque haga mucho que no lo vemos, Osvaldo, Juancito, Jorge y este amigo de siempre querido «Manolo».
Gracias por tu dignidad y por tu entrega a los demás. Estarás en el lugar de los buenos que siempre descansan en Paz.
ANIBAL